Cibermitanios

Árbol genealógico del Sol e instrucciones para reencarnar en una planta

Hay vida después de la muerte, pero no para el muerto.
¡No toques nada! Cada partícula del cosmos está contada. La suma total de materia y energía está en equilibrio. Pero tal balanza está lejos de ser estática. En este laboratorio coexisten todos los elementos químicos y todas las formas de energía; es un campo de batalla el universo donde infinitas posibilidades luchan por el dominio de la materia para cobrar realidad. Todo se hace, se deshace y se rehace de forma lenta pero continua...


La historia no contada del Sistema Solar


Sarah ConnorDel interminable carnaval de elementos químicos, sólo el hidrógeno, el helio y tal vez algo de litio (los primeros de la tabla periódica y los más simples) nacieron directamente del Big Bang, todos ellos en unos veinte minutos. El resto fue forjado a fuego lento en hornos estelares durante millones de calendarios. Miríadas de estrellas debieron apagarse, volver a nacer, explotar, mezclarse y reunirse otra vez para poder cocinar un elemento tan pesado como el carbono, del cual estamos hechos en mayor parte.

Es sabido que en una célula de tu pulgar izquierdo hay un átomo creado por una estrella que ya no existe. El mismo átomo pasará a formar parte de la tierra, las plantas y otros animales hasta que sea arrancado del planeta por la explosión del Sol. Luego lo absorberá otra estrella y será convertido en otro elemento para ser expulsado al vacío y formar parte quizá de un cometa, un asteroide, un nuevo planeta o incluso un ser vivo de otro rincón de la galaxia.

Quién sabe por qué lugares extraños anduvo ya ese átomo tuyo. Acaso estuvo en la pupila de un dinosaurio, en las profundidades de un volcán marciano, en la futura primera máquina del tiempo o en el inodoro de Platón. Nunca lo sabrás.

En cualquier caso, lo importante —dicen las raíces del infinito árbol de la continuidad que echan mis neuronas— es que nuestro Sol es una estrella de tercera generación: hubo en su lugar dos astros con anterioridad...


Genealogía del Sol


El primero, abuelo del Sol, era de hidrógeno puro. Tras una corta y pesada vida, iluminó la noche cósmica con su final pirotécnico, dejando una nube gaseosa en su lugar. Después la gravedad volvió a reunir sus átomos y formó una nueva estrella: el padre del Sol. La mencionada nube era tan grande, sin embargo, que pudo haber alcanzado a varias estrellas cercanas, robando extraños átomos de ellas y de otras que también habían explotado.

La cocción continuó hasta que esta estrella también formó una supernova y la historia se repitió.



Carecen del honor de un nombre propio estos dos ancestros del Sol. Si fuera griego, identificaría al dios Helios con el Sol –Solis, en latín– y diría que su estrella predecesora debió llamarse Hiperión, como el padre de Helios, y que la anterior a ésta hubo de ser Urano, en homenaje a su abuelo, que significa nada menos que "cielo" –o tal vez, para evitar el conflicto con el planeta homónimo, tomaría directamente su versión romana: Caelus–.

Como sea, la materia de las dos estrellas previas al Sol volvió a ser desparramada por una gran explosión, como lo harían tus cenizas si fueran arrojadas al viento.

Estrellas precursoras del Sol

Los restos –esta vez de gas y de polvo– acudieron a reunirse lentamente en el centro de gravedad donde otrora flamease Hiperión. Tras unos 30 millones de años se formó finalmente nuestro Sol. Mucho de ese polvo primigenio que echó el padre del Sol, por ser más pesado que el gas, era más difícil de atraer por la gravedad y terminó formando discos al rededor de la estrella naciente, y de ellos se formaron sin prisa los planetas del Sistema Solar y el patito feo de la astronomía, Plutón.

RipleyTodo esto significa muchas cosas. Por ejemplo, que toda estrella es una especie de reencarnación de otra o de varias. Así como cada hamburguesa tiene carne de miles de vacas distintas, cada estrella actual tiene átomos de su predecesora y de otras estrellas más o menos cercanas, algunas de las cuales incluso aún hoy bordan alguna constelación de la noche terrestre.

También significa que la explosión de una estrella no es más que el momento de silencio entre cada palmada de un interminable aplauso transmutador de materia. El Sol es apenas el tercer chasquido de una ovación de quién sabe qué longitud.

Y significa, finalmente, que hay en nuestro mundo y en nuestros cuerpos elementos más antiguos que el propio Sol. Y, como en la paradoja de Teseo, cabe analizar si una estrella desarmada y vuelta a armar átomo por átomo es o no la misma estrella. En todo caso, pocas dudas caben de que estamos ante una forma de reciclaje.

Incluso hoy, antes de morir y reciclar su masilla sideral para moldear otra estrella (Eetes, según mi recién adoptada tradición griega), el Sol se recicla continuamente y casi todo en este mundo es producto de dicho reciclaje, especialmente las plantas que aman tanto devorar su sabrosa luz.

En el interior del Sol hay unos 15 millones de grados. Eso es como medio millón de veces más la temperatura que puede soportar un ser humano antes de empezar a vestir camisas floreadas. Además –y más importante– a tal temperatura el hidrógeno que forma la mayor parte de una estrella se funde y se transforma en helio.

Formación del helio

Así el Sol fabrica un elemento a partir de otro, ante la envidia o la ignorancia de los alquimistas. Y, así como cuatro átomos de hidrógeno hacen uno de helio, tres de éste hacen uno de carbono, el sexto elemento de la tabla.

Formación del carbono

Después, obviamente, las estrellas hacen oxígeno, el octavo elemento. El proceso es prácticamente matemático.

Formación del oxígeno

Los elementos intermedios en la tabla periódica (litio, berilio y boro) no se fabrican en las estrellas, sino que resultan del natural albedrío en el espacio de los otros elementos. En este punto se nos vuelve imposible sostener la mentira de Leeloo: el quinto elemento no es el amor, sino el boro.

Lo importante es que, a la larga, todo es posible gracias a las estrellas.

Formación de la vida

En detalle, el Sol –que por algo se llama también Helios– convierte 580 millones de toneladas de hidrógeno por segundo en helio, salvo 5 millones que son residuos energéticos equivalentes a 90.000 millones de megatones. Dicho de otro modo: si el Sol fuese una bomba nuclear, alcanzaría para volar 5 billones 625 mil millones de Hiroshimas por segundo, si es que mi calculadora entendió lo que le quise decir.

LeelooEsa energía emanada implica una cantidad de materia perdida: más de 5 megatoneladas de masa por segundo. Imagina una catapulta que lance cinco Grandes Pirámides de Guiza al rojo vivo por segundo y tendrás una idea de lo que hace el Sol. De esa materia transformada en energía, la Tierra recibe 136 miliwatts por centímetro cuadrado.

Más que suficiente para desencadenar reacciones que despierten semillas dormidas y poner en marcha la maquinaria botánica que eleva columnas de carbono y fabrica oxígeno, perpetuando una fase completamente nueva del reciclaje cósmico, esa que coloquialmente conocemos como "vida".

También como las estrellas, las formas vivas se desintegran al fin de un ciclo y dan paso con sus restos a nuevo seres. Pero, si al árbol caído sirve de leña, el hombre muerto es bastante inútil. Se le suele disponer horizontalmente bajo tierra en campos que me hacen pensar en enormes juegos de dominó petrificados. La mayoría de las lápidas dejan más estela que la vida extinta que simbolizan.

La comedia humana ha visto tantos extraños modos de recordar a los muertos que los actuales vertederos de cuerpos no parecen extraños en absoluto.

TrinityLos más desprendidos –ya sea creyendo que el alma fue a otro lugar o que nunca estuvo en alguno– incineran los cuerpos de quienes otrora fueran sus seres queridos y a los restos los meten en un jarrón y los ponen sobre una repisa o los mezclan con el viento.

En todo caso, puede que las almas vayan a otro plano o vuelvan al mismo en otra carne (para terminar de aprender que la reencarnación no existe), pero los cuerpos originales —o sus cenizas— quedan condenados a la inutilidad por mucho tiempo.

Hay que añadir, atando cabos o neuronas, que, si bien un esqueleto no es madera, sus cenizas son poco más que carbono puro, al igual que el tronco de un árbol. ¿Por qué no ayudarlo a reencarnar literalmente?


Vida después de la vida


Hay una alternativa funeraria que así lo contempla: la urna-maceta, un artefacto biodegradable en el que nuestras cenizas pueden alimentar las raíces de un árbol, devolviendo a la flora un poco de la amabilidad que nos mantuvo con vida.

Bio-Urna

Tus seres queridos (o, mejor dicho, querientes) podrán entonces plantar y regar el recipiente, ya sea con lágrimas o con agua regular. Los que dejaste atrás podrán verte crecer en forma de árbol, respirar tu oxígeno, leer a tu sombra o hamacarse en tus ramas.

Si tu familia tiene poco espacio o no quiere que un difunto reencarne en su casa, bien podrían crearse bosques que funcionen como los actuales cementerios. De hecho, hay un modelo de bosque que sería ideal: el bosque vertical.

Bosque vertical

Nada parece indicar que vayamos a deshacernos de las montañas de cemento y cristal que identifican a nuestro querido hábitat, pero al menos podríamos cambiarles el color. Aprovechados a la vez como sepulcros, este tipo de estructuras también colaboraría a largo plazo y gran escala añadiendo a la gris paleta metropolitana una hectárea verde, fábrica de oxígeno y trampa de CO2 a la vez, sirviendo de aislación sonora para los habitantes del edificio y moldeando el clima y el paisaje donde de otra forma se hubieran necesitado 50.000 metros cuadrados de cementerio.

KaraEste proyecto de edificio-bosque ya se está llevando a cabo en Milán y podría aplicarse prácticamente a cualquier edificio. El costo sería de apenas un 5% extra (y nos ahorraríamos de pagar las expensas de los cementerios).

Los dos primeros Bosco Verticale, de 110 y 76 metros de altura, inaugurados en octubre de 2014 y ya parcialmente habitados, tienen 800 árboles de hasta diez metros y unas 20.000 plantas más, todo sin quitar demasiado espacio ni dinero a los habitantes.

Dentro de nuestras humildes posibilidades, ¿qué mejor forma de cerrar un ciclo que comenzó con una estrella moribunda que elevar hacia el cielo un monumento vivo a partir de los muertos?

Finalmente, Cibermitanios te pregunta: ¿Qué clase de árbol desearías ser para Helios?

Tip: La marihuana no es un árbol.