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Gestalt: Principio de simetría

La ilusión que reemplaza imperfectas realidades.
Hay poco que decir sobre la simetría, porque es evidente cuando se presenta. Pero hay que hablar mucho sobre cómo ésta es una ilusión perfecta que reemplaza imperfectas pero perfectibles realidades y sobre cómo un toque justo de asimetría puede transformar monstruos en elevados ideales y virtudes, cayendo con precisión como un punto negro en el Yáng, como un lunar en una de miles de Marilyns...

Principio de simetría

La percepción agrupa los objetos dispuestos simétricamente para formar una sola cosa, aunque contradigan las nociones de proximidad y semejanza, configurándolos al rededor de un centro imaginario. Ese centro es la abstracción. Una nada delimitada por los bordes de otra cosa, como el agujero negro por su horizonte de eventos, como el ser por la consciencia que se pregunta por el ser y lo orbita siempre dejando ese espacio incognoscible, definiéndolo sin tocarlo. Es el ojo del huracán gestáltico.

Frecuentemente superpuesta con la de cierre, esta ley de la percepción permite agrupar cosas de maneras más complejas y abstractas, por relaciones entre relaciones en vez de características concretas, por oposiciones en lugar de similitudes. Puede incluso desafiar al principio de cierre y descubrir que lo importante estaba en el espacio entre las líneas, y no en éstas...

Es un logro asombroso. Un perro no puede hacerlo, y a nosotros nos sale sin querer. Es algo así como un corretor ortográfico automático, funcionando en segundo plano sin que lo notemos. Cierto: a veces puede dar resultados indeseables, pero mayormente es lo que nos hace humanos (en el buen sentido del término: inteligentes y falibles –una piedra no puede fallar–). Y tenemos muchos otros de estos procesos invisibles ejecutándose a cada instante, dándole forma y sentido al mundo, pero este es uno de los principales: crea, en el sentido más contundente de "traer algo previamente inexistente al mundo", algo mayor que la suma de sus partes, un universo de significados (todo esto mientras un perro sigue ladrándole a su reflejo).

De allí nace la metáfora, y de ésta nace el cálculo. Sobre ambas descansan todas las artes y las ciencias, los ideales y las virtudes. Y tu hermana. Es lo que permite el lenguaje y la comunicación; descubriendo asociaciones invisibles, inventa una sociedad, que si bien puede no ser la mejor, es mejor que nada y es indefinidamente perfectible (puede mejorar). Pero quedarse en la simple y predecible simetría ("igualdad") es garantía de injusticia; lo que debería buscarse es la asimetría justa. Nos perderíamos, de otro modo, las virtudes que mencionaré luego de una breve introducción...

Hay diferentes niveles de simetría, progresivamente más complicados. El primero es el del espejo, aquél que nos enseñó la autoconsciencia y que nos hizo sospechar que, de algún modo no literal, "d" es igual a "b"; un paso más allá, y se unen "p" y "q" para duplicar el eje de simetría, et cétera hasta configurar un caleidoscópico universo conceptual donde habitan la belleza, la moral, la justicia y la verdad, representadas por geometrías de balanzas, taijitus y ecuaciones newtonianas.

Pequeñas variaciones de la simetría perfecta, si el todo obedece a las reglas de acción y reacción, van generando diferentes equilibrios que a la mente mesmerizan. Con sus vientos navegaríamos desde el arte hasta el amor, del que se suele hablar invocando la figura del alma gemela (espiritualmente incestuosa en potencial), y, por qué no, hacia las entrañas mismas del universo físico que tomaríamos por verdad, donde cada cosa tiene su anticosa. Finalmente, en la simetría y sus equilibrios encontramos placer (niéguese, si no, que haya un número más sugestivo que el 69).

Y luego hay una simetría cuyas partes no son simétricas, como la de los palíndromos, de los que hay miles de ejemplos pero inventaré algunos ad hoc:

  • O sé eso.
  • Amos asoma.
  • Amor a Roma.
  • Sala sus alas.
  • Sáltale el atlas.
  • A su risa así rusa.
  • La sin salas ni sal.
  • Asir a la mirada rima la risa.
  • Sapos seguro somos o ruges sopas.

En cuanto al arte, la belleza y el placer que ésta nos provoca, es una cuestión evolutiva: como "zorra y arroz", la mayor parte de las formas de vida son simétricas, y una buena simetría es signo de buena salud, de genes bien expresados, un signo positivo que en los humanos precede a la ecuación de belleza.

Corpo umano

Cuando miramos un rostro y pese a que nadie es evidentemente simétrico, nuestra percepción reorganiza ambas mitades creando un promedio ideal. Probablemente fuese un desperdicio de energía inspeccionar las diferencias: el cerebro sabe que las personas suelen ser más o menos simétricas y con mirar un lado y duplicarlo virtualmente le basta. Nótese que aquí no se dice "el cerebro sabe" de un modo metafórico, como en "la semilla sabe cuándo es primavera", sino que literalmente es ése artefacto neuronal embutido en el cráneo el único que sabe, no nosotros (la parte consciente de los organismos); el cerebro es inteligente por cuenta propia y no nos necesita casi para nada (más que para atestiguar su magnificencia).

A pesar de lo económico de este mecanismo de la mente humana, algunos accidentes pueden darse lugar en su proceso. Belleza y fealdad dependen ambas de la complejidad de la simetría, y el hecho de que una sutil imperfección sea duplicada y trasladada a la otra mitad puede ser la diferencia total entre Marilyn Monroe y la Chilindrina. Un día cierto lunar puede percibirse de otra forma, y así la ilusión del amor se rompe como una burbuja de jabón, lo cual es una suerte porque si no el mundo estaría lleno de burbujas.

Han comprobado la literatura, el folclore y la mitología que cuando intentamos pensar en algo grotesco el cerebro saca de su galera un truco tan sencillo como efectivo: cambiar la mitad de una cosa por la mitad de otra. Así obtenemos ingenios tan persistentes como el centauro y el minotauro, el hombre lobo y la sirena, la mujer barbuda y el travesti, Justin Bieber, etcétera (sobre todo en los últimos ejemplos, obsérvese que el efecto es menos impresionante si no se trata de mitades más o menos exactas y bien delimitadas, es decir: un pirata con un garfio en lugar de una mano no es tan impactante como un mono con cuello de jirafa).

Esto explica ciertas injustas discriminaciones sociales hacia personas a las que les falta un diente, una pierna, un dedo: para la percepción están "incompletas". Aclaro que se trata de discriminaciones injustas porque las hay también justas: es bueno que la sociedad rechace a los asesinos seriales, por ejemplo. Y, hablando de eso, notemos también que el verdadero monstruo es el que tiene dos mitades diferentes, como Jekyll y Hyde, como Dios y Satán. La planta carnívora, pesadilla de argumentos vegetarianos, en contraparte, es un monstruo de última categoría, inútil si no se imagina con boca y dientes, mitad planta, mitad animal, en esencia y apariencia.

Pero, dejando la asimetría de lado, recapitulemos: lo importante de este principio psicológico de la Gestalt es que lo simétrico obsesiona al cerebro humano a tal punto que percibe como una sola dos cosas que están ubicadas simétricamente. Es más fácil "cerrar" una imagen simétrica, como es más simple resolver un puzzle si la imagen que forma es un círculo. Y así es como espera la mente silenciosa que sea por defecto la realidad...

Cierta seducción simétrica parece haber en que un día sea igual al anterior. Pero el ansia de simetría fabrica rutinas, y éstas, mediocridad (ansiedad significa literalmente estrangulamiento –exceso de contención, diría yo–). Y la vida saludable es acerca de balance, no de equilibrio; de oscilaciones, no de estabilidad; de juegos, no de rutinas; de contrastes, no de medios tonos –medios ocres–. La mente es un laboratorio de percepciones, y controlar sus condiciones implica control sobre el resultado (la consciencia); un mínimo detalle en el experimento de la percepción –que a fin de cuentas es eso que llamamos "vivir"–, como cerrar los ojos al pensar y respirar en el momento oportuno, puede cambiarlo todo, poner el punto blanco en el Yīn y el negro en el Yáng. Porque las cosas no son blancas o negras, sino blancas y negras.

Eso no es todo. Eso fue la mitad.

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