Cibermitanios

Entíbialo

Cuando la nube llueva sobre tu cabeza, te vas a mojar.
Tras mucha insistencia en que vea el documental Cool it, finalmente lo hice. En lo personal, considero que hay mejores cosas que hacer con el tiempo que verlo y, por extensión, que hay mejores cosas que hacer que hablar de él. Sin embargo, no todos los que buscamos la luz volamos hacia la misma lámpara y tal vez alguno se beneficie de mi irrepetible experiencia (en serio, no lo voy a ver otra vez).

No sé qué se supone que debía encontrar en esta película: veo apenas una historia acerca de una persona que dice haber sido tratada injustamente, que aparentemente tuvo problemas comprensibles con grupos activistas, mediáticos y políticos –entre los cuales siempre hay intereses personales–.

En la retórica de su discurso casi todo es ad hominen: sobre su persona, sobre su credibilidad, sobre las injusticias que ha sufrido. Es un documental autobiográfico, no informativo. Me daría igual haber pasado dos horas viendo programas de farándula o programas sobre programas de farándula. Pensé que contendría información importante, pero ni siquiera ostenta una teoría conspiratoria novedosa digna de dos aplausos y una camisa de fuerza.

No obstante, haré de cuenta que merece crítica porque, evidentemente, "falacia" no es un concepto que todos distingamos por igual y, cuando se malentiende, es más persuasivo que una bomba de hidrógeno en la sien...

Cuando Cool it menciona, por ejemplo, que si hubiésemos gastado tanto dinero siguiendo tales premisas habríamos hecho muy poco bien, comete un error básico: elude el mal que hubiésemos ahorrado. Su sesgo general es claro: confunde inversión con retribución monetaria. Y no considero necesario citar más ejemplos porque toda su estrategia se resume a esto: X dólares por X mejora = "no es negocio". Es la postura más absurda que jamás oí sobre este tema, que es un tema de Ciencias Naturales, no de economía.

Política por todos lados. Nada de ciencia, nada de conocimiento, poco de reflexión. Mientras desvía la mirada hacia las grandes compañías que –efectivamente– lucran con la contaminación de un modo u otro, deja de lado el hecho de que éstas siguen contaminando (pequeño detalle sobre el que habría que discutir).

¿Qué demonios –logra hacerme preguntar, casi engañándome a tomar el camino equivocado– tiene que ver Al Gore con las ciencias de la Tierra? Obvio que utiliza métodos terroristas para ganar poder: ¡es un político! Y ése es el lenguaje que la plebe entiende. Si no fuera así, no apelaría a las emociones el propio documental:

¿Es más urgente el hambre de los niños africanos que el calentamiento global? ¡Por supuesto que sí! Y es absurdo siquiera plantearlo en este contexto. El medio ambiente es un tema científico, es algo para lo que se estudia y se trabaja muchísimo y que tiene muchas, pero muchas ecuaciones matemáticas más complejas que el Klingon para un tartamudo.

Preguntarle a un niño hambriento en qué debería gastarse el presupuesto de las grandes potencias es algo bajo. Entrevistar a un montón de niños ricos para concluir que el miedo reina sobre el debate climático es subterráneamente surrealista. El "debate" al que refiere es el de la opinión popular –masa no instruida en las ciencias necesarias para afrontar este dilema– y de las posturas políticas y económicas –no representativas del espíritu científico (qué novedad)–.

Así que, ¡mostremos a alguien disparándole a un oso polar, eso seguro convencerá a los escépticos! ¿De qué? No sé, pero lo importante es desviar el tema a cada instante de lo que acabamos de decir textualmente: Es cierto que al subir las temperaturas veremos menos hielo ártico en el verano y que a la larga desaparecerá.

No caben dudas de que, si alguien mezclara los Nobel con los Oscar, Cool it merecería el premio de la categoría Documentalismo y Vulgarización por su logro de reducir la dinámica del sistema más complejo estudiado por la ciencia a "un problema de osos".

Entre esa y otra incontable cantidad de falacias, hay un gráfico con datos –el único del documental y lo único que valía la pena mencionar–. Lo citan para explicar que las predicciones forman una curva de campana. Esa parte es casi educativa, pero no te asustes porque desaparece demasiado rápido como para que la mayoría note su significado: el promedio predicho por la comunidad científica es un aumento de 2 o 3 ºC.

No... el planeta no se va a secar ni a inundar de la noche a la mañana. Sí... hay gente que lucra con esas ideas. Bienvenido a la realidad: el mundo es un lugar hermoso pero gobernado por gente horrible, llena de intereses personales, que utilizará cualquier predicción extrema (léase "máximo alarmante") a su favor. Pero la poca probabilidad de que el nivel del mar aumente 6 metros no niega la casi absoluta probabilidad de que lo haga unos centímetros (el mínimo también es importante).

Es cierto: Cool it no dice que la ciencia esté equivocada. De hecho, casi no dice nada acerca de nada relevante. Huracanes, malaria, caza furtiva y demás "monstruos" míticos que presenta este film jamás fueron causa de preocupación para mí al pensar en el calentamiento global. ¿Por qué deberían serlo? ¿Acaso también deberían preocuparme los extraterrestres al pensar en las pirámides de Egipto?

En resumen: Cool it es un discurso político hecho y derecho: un balbuceo largo que no significa nada y que por eso no se puede rebatir; da vueltas como una mosca sin posarse nunca sobre terreno firme. Recorta la tela científica para fabricar un circo moral (ya que no ético). Toca todos los temas tangenciales guiado por lo que parece la conveniencia de evitar el centro. Es centrífugo como un sacerdote indagado acerca del origen de Dios dentro de un lavarropas superlumínico lleno de clones de su madre desnuda.

Que algunos hagan negocios con el clima no significa que el clima sea un negocio. Ese pensamiento hubiese ahorrado mucho tiempo, trabajo y dinero a los guionistas y directores. Que la gente sea estúpida y piense que apagar la luz durante una hora cada cien años dibujará una gran sonrisa en nuestro querido planeta no implica que los científicos deban apagar sus microscopios y telescopios (que deberían llamarse "megascopios" por la integridad metafórica de esta oración); si así fuera y creyera la gente que una hora de oscuridad hace tanto bien, sabría realmente cuánto daño hace una hora de luz.

En una cosa tiene razón el documental: debemos encontrar fuentes de energía alternativa (sí, esas que todos ya sabemos que deberíamos usar desde hace mucho). No es nada nuevo y no hablaré otra vez sobre ello... Entonces, ¿por qué digo todo esto? Tengo una buena razón: Me preocupa que la gente haya estado citando a este documental (y a otros similares) como "argumento" para negar cada nueva y más precisa predicción que la ciencia logra acerca de los efectos del calentamiento global y de su relación directa con las actividades humanas.

Este planeta es complejo y cambia constantemente de forma natural. Pero el impacto negativo de nuestra existencia en el medio ambiente es completamente innegable para la ciencia actual. Una parte de la predicción tiene cierto margen de error: es casi tan "meteorológica" como decir que hay 50% de probabilidades de lluvia. La otra parte, sin embargo, es una realidad latente: cuando la nube llueva sobre tu cabeza, te vas a mojar. No hay que confundir alarmismo con certeza; a veces, la realidad simplemente es un poco alarmante.

Este es el caso actual: No vamos por buen camino y, si seguimos así, las consecuencias serán nefastas. Cada vez hay más detalle acerca de cuáles consecuencias en particular siguen a cada causa puntual –y he hablado aquí sobre ellas una y otra vez–. La instrucción acerca de esos detalles es fundamental para que las próximas generaciones no duden en reclamar a la política, sin lugar a negativas, el deber ineludible de forzar un cambio de rumbo violento. No es algo –lamento pensar– que vayamos a lograr en esta generación que confunde propaganda con educación. (No es una cuestión de dinero.)

Cualquiera entiende un mensaje emocional; pocos comprenden un puñado de números, letras y líneas en un documento científico. Y me permito aconsejar: Si no estás entre los pocos calificados, no opines; y, si te interesa opinar, no olvides estudiar primero. Y, por sobre todas las cosas, no me obligues a ver un show aburrido cuando ya invertí incontables noches de fascinante lectura científica y modesta pero extensa reflexión personal y todavía me restan suculentos agujeros por explorar en este universo.