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Premios Nobel 2014

Otra entrega de los icónicos e igualmente simbólicos premios.
Repasemos otra entrega de los icónicos y últimamente igualmente simbólicos premios Nobel, a veces con mayor o menor fortuna en su elección pero siempre dables como buena excusa para hablar sobre temas importantes. De hecho, daría igual resultado si existieran los Castigos Nobel, como ejemplos de lo que no se debe hacer y por qué. Lo importante es seguir pensando...


Premio Nobel de Medicina

Medicina
Para: John O'Keefe, May-Britt Moser y Edvard Moser.
Por: Descubrir que el cerebro humano tiene un GPS.


Estas tres personas encontraron el mecanismo que nos permite orientarnos espacialmente, que es mucho más asombroso y simple de lo que hubiésemos aceptado sin evidencias tan estrictas como hoy las hay...

Cuando estás en tu habitación, se enciende un grupo de neuronas en tu hipocampo; cuando estás en la cocina, se enciende otro grupo de neuronas, y así con cada lugar. Cada sitio excita siempre el mismo grupo de neuronas, y ningún lugar enciende las mismas que otro. De este modo, tu cerebro tiene mapas tridimensionales para cada cosa y los utiliza para navegar virtualmente en los lugares que representan y así poder orientarse.

Lo grandioso de este mecanismo es que no se trata sólo de "mapas mentales", sino que son mapas físicos, planos dibujados directamente dentro de tu cabeza con neuronas en lugar de tinta: estando en una habitación pentagonal, tu cerebro dibujará un pentágono con neuronas...

No con cualquier neurona, sin embargo. Estas en particular son conocidas como "células de lugar". El conjunto que de ellas se enciende en determinado momento forma un "campo de lugar", es decir: un mapa. Los campos de lugar son extremadamente específicos y se adaptan a los cambios más sutiles que sufra el entorno para seguir siendo siempre inconfundibles con otros mapas.

Los campos de lugar también pueden activarse cuando el individuo está fuera del lugar que representan, tanto después de la experiencia (para recordar o consolidar recuerdos) como antes de la misma (en procesos de predicción y aprendizaje).

Lo importante es que casi literalmente hay una neurona adelante y a la derecha para representar el rincón frontal derecho del espacio en el que nos encontramos.



Si esto no te asombra, probablemente no hayas pensado lo ridículamente simple que es: Si todo en el cerebro funcionara del mismo modo, el recuerdo de una melodía, por ejemplo, se guardaría en el cerebro con neuronas que formen la partitura de dicha melodía.

34 años después, otros dos científicos descubrieron que este sistema cartográfico es asistido por unas neuronas especiales denominadas "células grilla", que se distribuyen a distancias idénticas de sus vecinas más cercanas formando una red hexagonal. Estas son las coordenadas del mapa y se encienden todas independientemente del tamaño del área que representen las células de lugar. Si el lugar cambia de tamaño, los puntos de la red también se alejan o se acercan, pero siempre manteniéndose equidistantes y a 60º.

Pero esto no termina ahí. En la vida real externa, uno gira el mapa para actualizarlo según la dirección en que esté mirando. En el cerebro, además de las células de grilla, como en un videojuego o un GPS, hay una pequeña representación de uno mismo sobre el mapa que indica hacia dónde estamos mirando (lo cual es una suerte que compensa la pobre capacidad del cerebro de girar dentro de la cabeza). Las células que hacen este avatar fueron llamadas, sin muchas vueltas, "células de dirección de la cabeza".

Si bien el mapa se construye con pistas visuales, táctiles, auditivas y olfativas, el sistema de "dirección de la cabeza" no sólo no depende de los sentidos, sino que hasta los ignora: Cuando entramos a un lugar nuevo, la posición de las células de dirección de la cabeza es arbitraria hasta que el resto del mapa está más o menos completo. Una vez construido el plano, la representación de la dirección se sigue actualizando incluso con los ojos cerrados y estando sobre una plataforma giratoria.

Con el tiempo, lógicamente, esta brújula se desfasa demasiado y adquiere nuevamente valores arbitrarios. Incluso si luego se abren los ojos y se detiene el movimiento, el sistema puede necesitar varios minutos para volver a ponerse a punto.

Al igual que en la Niebla de guerra (Fog of war) de un videojuego, los detalles del mapa se van agudizando y actualizando a medida que los sentidos descubren los cambios que sufrió el sitio desde la última visita.

Todo esto es extremadamente ridículo para ser cierto, pero es ambas cosas. El mapa mental no está en la mente, sino en el cerebro mismo; no es meramente conceptual, sino físico, como una maqueta. Por esto es que existen las almas errantes: los mapas no se pueden llevar al más allá.



Premio Nobel de la Paz

Paz
Para: Kailash Satyarthi y Malala Yousafzai.
Por: Luchar por los derechos de los niños.


En pocas palabras, Satyarthi ha orquestado protestas pacíficas contra la explotación de los menores. Malala, por su parte, es portavoz del derecho a la educación y libertad de las niñas en su país. No hay demasiado currículum para rellenar estas líneas en ambos ganadores, especialmente porque uno de ellos tiene 17 años.

Y es que a veces el comité Nobel decide dar el premio no como premio, sino como incentivo. Tales fueron las veces que nadie quiso comprender de Barack Obama y de la UE.

El premio de la paz, al revés que los otros que entrega el mismo comité, es un premio a la trayectoria futura. No podría ser más evidente al obtenerlo esta vez alguien cuya carrera es más larga después que antes de esta meta. Y es que este Nobel en particular no es para el maratonista sino para el camino; no para la persona, sino para la causa. A veces, la paz necesita un poco de marketing.

Pero también es una lección encubierta para la humanidad: Mientras que lograr algo importante en Medicina o Física puede tomar décadas y a veces sumar siglos, para la paz basta un minuto. El mundo se cambia con pequeños actos, de una niña o de un viejo; no la hacen los trabajadores sino los promotores.



Premio Nobel de Literatura

Literatura
Para: Patrick Modiano.
Por: Escribir acerca de la identidad en el tiempo.


Este escritor francés ha esculpido retratos de la memoria y del olvido en decenas de volúmenes. Si vale la pena recordar sus tópicos (generalmente bélicos) más que otros, no lo sé. Nunca está mal recordar los errores, pero enfocarse sólo en los aspectos vergonzosos de la humanidad se parece demasiado al pesimismo.

Sin embargo, alguien tiene que hacerlo y el que bien lo hace se lleva el Nobel en esta ocasión. Tampoco sé si alguien recordará a Modiano mañana. Porque, en sus sucintas palabras,

Con el paso de los años las perspectivas se vuelven borrosas, los inviernos se mezclan unos con otros.



Premio Nobel de Química

Química
Para: Eric Betzig, Stefan Hell y William Moerner.
Por: Perfeccionar la microscopía.


El microscopio es un invento genial que nos acerca a lo invisible, pero tiene sus límites. Así como ninguna regla puede medir distancias menores que las de sus átomos, el microscopio óptico no puede ampliar claramente cosas más pequeñas que la ondulación de la luz (unos 0,2 micrómetros). Obviamente, esto ocurre porque la luz se desvía, en su trayecto desde el objeto hasta el ojo, más que el ancho del objeto mismo.

Quedan por debajo de este límite los virus, las proteínas y la mayoría de las moléculas, por lo que sobrepasarlo implica avances en todas las direcciones del conocimiento humano.



Estos tres personajes pudieron, sin embargo, dar un par de vueltas de tuerca extra a la tecnología al desarrollar técnicas para volver fluorescentes moléculas individuales dentro de una célula.

Una de ellas es ingenioso sistema de dos láseres denominado STED, uno de los cuales ilumina al objetivo y el otro que cancela el brillo indeseado de las moléculas aledañas (sabiendo exactamente dónde impacta el primero), creando una especie de "tubo" por el cual viaja la imagen.



Otro de los métodos permite activar y desactivar la fluorescencia de moléculas individuales muy rápidamente, dejando llegar a la lente del microscopio sólo uno de cada muchos fotones, alineándolos así, en base a la probabilística de la trayectoria de la luz, para mejorar la resolución de la imagen.



Premio Nobel de Física

Física
Para: Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura.
Por: Inventar LEDs blancos de alto rendimiento.


Los LED están por todas partes y llegan a sustituir la iluminación ambiente convencional. Sin embargo, es imposible crear luz blanca con esta tecnología. Así como cada gas tiene un color particular en su llama, más azulado o más rojizo, a veces verdoso, los materiales que emiten luz en un diodo LED están igualmente limitados. Tomó décadas pasar del LED rojo al verde, y mucho más encontrar el material que desprendiera luz azul.

Combinar los tres colores era imprescindible para lograr algo parecido a la luz blanca (aunque no mucho), y hoy se la debemos a estos tres orientales cuyas nacionalidades sabrás reconocer si hiciste el test de mongolides.

Aunque su luz no es la mejor en cuanto a pureza, ya que en realidad es una mezcla de tres colores, como la luz de un televisor, las lámparas LED son mucho más eficaces que las opciones anteriores en cuanto a la cantidad de luz que ofrecen a cambio del mismo consumo de energía.



Al mismo tiempo, estos ganadores del Nobel lograron que los LED fueran más duraderos (hasta cien veces más tiempo que las lámparas incandescentes y diez más que las fluorescentes). Además, se utiliza mucho menos material para fabricarlos, por lo que estarán a nuestro alrededor durante unos cuantos siglos.



Premio Nobel de Economía

Economía
Para: Jean Tirole.
Por: Estudiar el poder y regulación de las grandes firmas comerciales.


Como he aclarado en previas entregas del premio Nobel, la economía no es acerca del dinero y está mucho más cerca de la ecología de lo que cabría suponer y ciertamente no carece de complejas ecuaciones matemáticas generalmente desarrolladas ad hoc que finalmente contribuyen a la evolución humana en multiplicidad de sentidos. Sin embargo, esta es una era asquerosamente capitalista donde casi todo lo controlan pocas empresas, y, justamente por eso, merecen a veces el foco de la atención...

Tirole se ensució las manos en intentar averiguar cómo los gobiernos podrían regular los monopolios comerciales (sin distraerse con el hecho de que un gobierno es un monopolio de otra índole).

En su búsqueda, Tirole descubrió que imponer límites de precios a las grandes compañías, paradójicamente, termina dañando más de lo que previene, porque en el afán por sostener la antorcha olímpica del mercado, éstas se esfuerzan por reducir los costos indiscriminadamente. Y, dado que todos estamos, más o menos y de un modo u otro, al servicio de estas empresas, terminamos pagando el precio. Deriva la estrategia política en reducción de salarios y empobrecimiento de de la calidad, por lo cual, en pocas palabras, debemos trabajar más para obtener menos.