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Las vueltas de la percepción

¿Por qué cada ojo es controlado por el hemisferio cerebral opuesto?
La vida es la opera magna del universo. Una estrella, sin dudar de su ejemplaridad, es un mecanismo de descomunal belleza y complejidad, pero obedece a reglas naturales muy estrictas y no podría ser de otra manera. Un ser vivo, en cambio y como lo demuestra la incontable variedad de ellos en uno de los innumerables mundos habitables, tiene muchos caminos posibles para llegar al mismo fin.

Y no me refiero a cosas como la cantidad de patas que un ser pueda tener, o si vuela o si nada, o si se camufla, muerde o envenena o si canta, deja un rastro de moléculas volátiles o se compra una 4x4. Pienso en cómo resuelve la naturaleza problemas muy concretos, como el que veremos más abajo. Y digo que la naturaleza "resuelve" en el sentido más estricto: presiona y presiona a los seres vivos apagando y encendiendo los genes que los vuelven lo que son.

Hay entre todas una característica de uso común en el reino animal que es de una elegancia singular, no sólo por el maravilloso efecto de reconstruir a distancia el mundo material a partir de ondas electromagnéticas, como un radar de infinita resolución, sino también por el modo en que "arregla" ciertos problemas de la realidad misma.

Me refiero al ojo y, más específicamente, a su comunicación con el cerebro.


Chisma óptico


Es sabido que el hemisferio cerebral derecho controla y procesa las imágenes del ojo izquierdo y viceversa, pero ¿por qué demonios? Nunca mejor dicho: veamos...

La gratitud de este conocimiento la debemos a Santiago Ramón y Cajal, uno de los genios más completos de la Historia, comparable en varios sentidos con Darwin o da Vinci. Esta es una de sus obras pictóricas más significativas:



En ella se comprende que hay ante los ojos una flecha –nada deslumbrante a simple vista–. El problema es que cada ojo es una lente que, como tal, invierte la imagen que recibe.



Si ese fuera todo el truco, la percepción resultante sería un puzzle sin armar, algo absurdo para la conciencia, una estafa de la naturaleza. Las equis nos parecerían rombos, los perros quietos parecerían morderse la cola y todas las personas estarían peinadas con raya al medio.



El cerebro podría arreglar este capricho de las leyes de la óptica con su Photoshop interior, pero algo "decidió" que la solución fuera mecánica e infinitamente más elegante y energéticamente económica: simplemente cruzar la imagen de cada ojo.



El punto donde se cruzan los nervios ópticos –y las imágenes que acarrean– se llama "quiasma" y se ubica justo debajo del hipotálamo. Pero las fibras no simplemente se intercambian de lado, sino que algunas lo hacen y otras no, de modo que, a partir de allí, cada nervio óptico lleva un poco de información del otro ojo, lo que ayuda a reconstruir la imagen, a superponer y pegar las piezas centrales del puzzle.



Y aún esto es una burda simplificación. Los nervios se dividen y cruzan varias veces en diferentes lugares, acabando cada ramo en áreas del cerebro que procesan cuestiones específicas de la imagen. Al final obtenemos más o menos una copia bidimensional de la realidad, aunque nunca sabremos si se parece a lo que estaba afuera.



Ni siquiera hemos hablado de la inversión arriba-abajo, de color, dirección, movimiento y mil detalles más. Hoy nos centramos en esta encrucijada que hace que los gatos siameses y otros animales que carecen del suficiente entrecruzamiento nervioso no tengan más remedio natural que cruzar los ojos mismos (estrabismo), que es una solución mucho menos eficaz.

El tema de la percepción es inagotable. Por ahora, espero que nunca vuelvas a ver de la misma manera y recuerdes que todos los seres videntes somos bizcos por dentro, incluso las moscas (no pretendas que te lo dibuje). Pero si esto no te asombra, quiero darte sólo un ejemplo más de cómo el cableado arregla la realidad que los sentidos distorsionan...


Más vueltas


Toda la piel es una especie de ojo de corto alcance y, al ser un órgano tan amplio, la resolución de la imagen táctil, su sensibilidad, debe variar de un punto a otro de acuerdo con su utilidad cotidiana, limitando el número de receptores donde menos se necesitan para ahorrar recursos.



¿Qué tan separadas crees que tienen que estar dos puntas de alfiler para que sólo por el tacto identifiques que son dos y no una? La respuesta depende del sector de la piel o parte del cuerpo: En la lengua, la distancia mínima es de 1,1 mm, de 3 a 8 mm en la yema de los dedos, 8 a 15 en las palmas y de hasta 7,5 cm en la espalda. Tal vez por eso rascarse la espalda sea casi siempre más como buscar a los gritos a un perro perdido antes que una precisa operación de rescate de un equipo SWAT.

El cableado nervioso que transmite toda esta información es intrincado como una orquesta de pulpos. Se entrecruza y se divide y se vuelve a cruzar múltiples veces hasta llegar al punto del mapa cerebral que le corresponde geométricamente, del otro lado del cerebro. Pero, ¿por qué, si la piel no es una lente?

Es que ya están cruzados los ojos, y sería absurdo tener que compensar a cada rato que algo palpado con la mano derecha se vea del lado izquierdo. Así, el sentido de la vista termina modificando todo el organismo, dándole una vuelta de 180 grados incluso a las sensaciones internas (propiocepción).

La naturaleza tiene algo de genio y algo de idiota. Es un inventor de paciencia infinita que trabaja a prueba y error, con el tiempo de su lado.

Como siempre que abordamos temas evolutivos, la perfección nos evoca un diseño inteligente, pero olvidamos que sólo vemos los triunfos, mientras que el 99,9% de sus intentos perece en rincones de su infinito y eterno laboratorio, se acumulan a cada instante en la nada como los borradores de un escritor en su cesto de basura. Después de todo, así se hace un diseño inteligente; así se crea, destruyendo lo inservible; así se escribe finamente, borrando lo que está de más.

Y porque son tantos los fracasos de la naturaleza que dictan su camino hacia el éxito, podemos aprender mucho de ella. Nosotros mismos somos un experimento en curso, uno capaz de experimentar por sí mismo. De ahí que la ciencia no sea importante sólo para el Hombre, sino para el universo entero. A la larga no hay lugar para lo imperfecto y, si queremos formar parte del inventario natural, debemos adaptarnos a sus exigencias sin protestar: si puede ser mejor, no está terminado.

Y es que la naturaleza no hace arte, sino ciencia. Porque –como dijo Claude Bernard– Arte es yo; ciencia es nosotros.

8 comentarios

  1. Hablando de evolución, últimamente pensaba en cómo afecta el ser humano a su propia evolución. ¿Acaso vamos en contra de ella? Digo, por esa cosa de que es éticamente incorrecto dejar morir individuos aunque su condición genética no sea considerada favorable por la naturaleza.

    Es decir, la naturaleza se encarga sola de que en una especie sobrevivan y se perpetúen los individuos mejor adaptados; pero el ser humano tiene más recursos para no morir que cualquier otra especie (los lentes por ejemplo, por nombrar algo relacionado al artículo), lo cual le hace más difícil a la naturaleza deshacerse de los menos favorecidos genéticamente.

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  2. La ética no es siempre una cuestión de lógica sino, al final, de pragmatismo. No acudirán los astros ni los dioses en nuestra ayuda, sólo personas. Y, dado que a la naturaleza no le "importan" los individuos sino sólo que la vida continúe, del mismo modo en que al Estado le interesa que el Estado esté sano, no la salud de sus miembros, debemos cuidarnos las personas unas a otras mientras duramos existiendo, por nuestro propio beneficio. Tener esa facultad es tener el deber (de cuidarlo todo, en realidad, porque nos vuelve responsables de la realidad misma, que bien podemos destruir, parte por parte, si nos lo proponemos), y ejercitarlo es adquirir también el derecho a ser cuidados (como partes de esa realidad).

    Usar la genética como excusa de selección (natural o artificial) equivale a decir que el que nace pobre debe morir pobre, lo cual es renunciar al mencionado poder y, por lo tanto, al derecho. Los genes son sólo una de las herramientas útiles para la vida, indistinguibles a efectos prácticos de las tecnologías y técnicas de origen humano. Pero aún tenemos mucho por aprender...

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  3. Muuuuy interesante.
    Lo que me encanta de este tipo de analisis es que me da la perspectiva que necesito para apreciar nuestro verdadero lugar en esta hermosa naturaleza.
    Asimilo lo complejamente maravillosos que somos y a la vez pierdo la perspectiva "yoista" como ser y como especie.
    Gracias.

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  4. es decir : (0|v|P£!(4||)0 £0 5!|v|P£3 P4R4 QU3 53 3||7!3||)4 |v|3J0R :D

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  5. En el primer párrafo estamos de acuerdo.

    En cuando al segundo: tal vez me expresé mal. Justamente con la ética me refería a que buscamos que el pobre NO muera pobre (o por lo menos de eso se jactan muchos mentirosos, generalmente con altos cargos públicos). Como tampoco queremos que muera gente de cáncer, por eso investigamos tratamientos y curas. Tampoco es favorable tener mala visión, por eso usamos lentes como antes ejemplifiqué. Esas personas (con genes propensos a contraer algún tipo de cáncer o visión pobre, etc) pueden desarrollarse y reproducirse, lo que conlleva a que se perpetúen sus genes, gracias a nuestra facultad de cuidarnos como vos decís.
    En cualquier otra especie, esos individuos están más o menos condenados. La naturaleza "no quiere" que estos se reproduzcan. Y ahí es donde digo que iríamos en contra, porque nosotros queremos y hacemos lo posible para que vivamos todos con más recursos a nuestro favor (intelectuales, artificiales, éticos......). Aunque también podríamos decir que esos recursos extras son justamente "La Naturaleza".

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  6. Exacto, todo es naturaleza, sea o no consciente de lo que provoca. Y, aunque fuera algo aparte, realmente la medicina no va en contra de la evolución porque, mientras exista, cumple con el mismo fin, a veces mejor.

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  7. Vaya, amigo ayreonauta, veo que también llegas a esa trascendencia de la duda máxima: Dios, sea lo que sea, ¿es consciente? ¿Se puede permitir el lujo, como omnipotente, de no serlo? ¿Somos los fragmentos, lanzados a través de la realidad, de su potencial infinito?
    Es curioso cómo se riñen la mente mágica y la racional, buscando la supremacía, que es englobar la una a la otra. Un abrazo, amigo, el más creyente de los ateos, y gracias!.

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    1. El Sea-lo-que-sea no puede ser omnisciente y omnipotente a la vez. Conocería el futuro y no podría cambiarlo, o podría cambiarlo pero, entonces, no lo conocería.

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