Cibermitanios

Algas cuánticas

Parecen plantas, pero realizan procesos de física cuántica.
La mayoría de las algas parecen plantas, pero no lo son. Obviamente, tampoco son animales ni minerales. Pertenecen al reino Protista, un pequeño paraíso taxonómico al costado del reino vegetal, un lugar tranquilo donde uno puede ejercer la fotosíntesis sin ser llamado "planta". Eso en cuanto a las algas; muy diferentes son las nalgas, que habitan en zonas donde usualmente no llega la luz.



Esto va a ser un poco técnico, porque, sin importar cuántas analogías haga, la mecánica cuántica siempre será un mundo aparte, tanto que el Ser Humano parece ser el único capaz de imaginar la existencia de ese extraño universo. Pero hay algo más poderoso que el Hombre, algo que todo lo ve y lo transforma, la fuerza más grande y misteriosa que abarca cada rincón del Cosmos: la evolución.

Y la evolución dijo: "que se hagan las algas cuánticas"...

Como cualquiera que sepa hacer la fotosíntesis sabe, ésta se basa en recolectar las pequeñas pelotitas que lanza el Sol, llamadas fotones, por medio de unas moléculas especializadas conocidas como antenas. Las antenas del alga tienen ocho ventanitas de diferentes colores, de modo que cada una permite pasar cierto color de la luz, descomponiéndola como lo haría un prisma. Cada color viaja entonces por entre los átomos de la antena hasta llegar a otras proteínas, donde se transforma en energía química. Uno puede darse cuenta de la complejidad de ese proceso si observa que lo que acabo de decir parece redactado por un retrasado mental.

El problema es que desde la antena hasta esas proteínas hay muchos caminos posibles, y los científicos quisieron saber cómo se comportaba la energía al transitarlos.

Para descubrirlo, hicieron el experimento de alimentar a unas algas con pulsos láser muy cortos, de manera que luego se pudiera medir el camino que seguía la energía dentro de las hojas, lo cual sería como dar de beber a una persona una gota de mercurio y sacarle muchas radiografías.

Lo que los científicos esperaban encontrar era que la luz fuera rebotando al azar contra las moléculas del alga hasta encontrar su destino, perdiendo mucha energía en el camino.

Pero se asombraron al ver que primero cada "gota" de energía viajaba por varios caminos diferentes a la vez, y luego -400 femtosegundos después- se decidía por sólo uno de ellos.

No hay forma de explicar este descubrimiento si no mediante la mecánica cuántica y uno de sus fenómenos más extraños: el entrelazamiento cuántico. No voy a hablar de él por ahora, pero baste decir que la idea de que un alga haga esto es tan asombrosa como si dijera que los caracoles tienen reactores nucleares o que las gallinas pueden cagar agujeros negros.

El reporte de los investigadores sugiere que las moléculas distantes dentro de las proteínas fotosintéticas están "cableadas" entre sí por medio de una coherencia cuántica, es decir, que se comunican por fuera de las leyes de la mecánica clásica. De esta manera, la luz puede probar todos los caminos simultáneamente para encontrar el más corto, así como el rayo primero tantea los objetos más elevados y puntiagudos y luego descarga un golpe certero.

De aquí en más todo es misterio.

Se especula que las algas perfeccionaron este método cuántico para distribuir más eficientemente por todo su organismo esa poca energía solar que llega a las profundidades del mar, de manera que estaríamos hablando de una estrategia evolutiva.

Se cree incluso que las antenas mismas realizan un cálculo de probabilidades, creando primero un mapa del laberinto para encontrar el camino más corto. Ahora estaríamos hablando de pura computación cuántica.

Todo indica que el alga Chroomonas CCMP270 (Olga 270, según la Denominación Cibermitanios®) evolucionó hasta un nivel tal que amerita un premio Nobel de Física (¿por qué no?), y, no habiendo excepciones en la naturaleza, podría ser sólo una de muchas criaturas capaces de aprovechar los fenómenos cuánticos en su vida diaria.

Sea como sea, parece que las algas vienen haciendo esto desde hace unos dos mil millones de años. Y, como la naturaleza no crea cosas en vano, esto significa que de no haber aprendido a manejar el efecto cuántico, hace mucho que se habrían extinguido, junto con gran parte del ecosistema global del que son la base indispensable.

La idea de un "alga cuántica" no suena tan descabellada si tenemos en cuenta a otros seres que ya conocimos: el pez que desarrolló un cráneo transparente para poder ver mejor, la medusa que se las ingenió para vivir eternamente, el hongo que dirige un ejército de hormigas zombies o algunos de los últimos descubrimientos de la ciencia: que la papa es una planta carnívora y que la higuera mata a los hijos de las avispas que no la polinizan.

La evolución me mata.

Volviendo al tema cuántico, también se ha sugerido recientemente la posibilidad de que las neuronas del cerebro humano se comuniquen de manera similar. Aunque dicha sugerencia no prueba nada más que la pobre capacidad de nuestros aparatos de medición, la idea que ofrece es digna de ser soñada, y ahora sabemos que también es posible (ya que antes de lo de las algas se pensaba que el entrelazamiento cuántico era sólo posible a muy bajas temperaturas y que ningún organismo complejo podría soportarlo).

Por si fuera poco, también se juega con la idea de que las aves se guían con una brújula cuántica escondida en sus ojos, que, por medio de pares de electrones entrelazados, les permite percibir los campos magnéticos de la Tierra. Incluso leí en algún lado que nuestro sentido del olfato es un fenómeno esencialmente cuántico -y no químico-, reconociendo la vibración en lugar de la geometría de una molécula.

La piel, las plumas, las escamas y los pelos son hermosos escudos para ocultar la increíble realidad que yace debajo: complejos robots creados por la naturaleza que, a partir de ahora, también son computadoras cuánticas.