Cibermitanios

El cielo desde cerca

Si la Tierra tuviera motores para moverse por el espacio, esto se verían por su ventana.
Si la Tierra tuviera motores para moverse por el espacio, los astrónomos serían tan felices como paleontólogos con una máquina del tiempo, y el resto de los mortales podríamos explorar con el ojo maravillas impensadas en el horizonte. Después de todo, la Tierra es nuestra nave espacial, y cosas como estas se verían por su única fabulosa ventana, esa a la que nunca prestamos demasiada atención...


Andrómeda (M31)

Andrómeda
Andrómeda es lo más lejano que se puede ver a simple vista. Esta galaxia se acerca a nosotros a casi un millón de kilómetros por hora, ritmo al que devorará a nuestra galaxia en unos 4.000 millones de años. Afortunadamente, para entonces la Tierra ya no será habitable porque el Sol estará en una fase extremadamente caliente y con un pie en su tumba. A menos que hayamos inventado una forma de proteger al planeta (cosa en la que no somos muy buenos por ahora), no veremos la colisión. Claro que tampoco seríamos humanos para ese momento: Hace 4.000 millones de años no existía la vida en este planeta. Hubo tiempo de sobre para que un puñado de células diera origen a todo el zoológico terrícola, del cual el 99% ya se extinguió. Si el Hombre deriva en algo, no se parecerá en nada al Hombre, y seguramente estará habitando en algo que se parecerá muy poco a la Tierra.


Nebulosa del Anillo (M57)

Nebulosa del Anillo
Si se fuerza un poco el ojo de la imaginación, puede verse en esta imagen un planeta gaseoso rodando con el filo de sus anillos sobre el horizonte. Por dicha quimera es que se ha llamado a estos objetos "nebulosas planetarias". Obviamente, no son planetas ni probablemente los contengan. De hecho, esos coloridos monstruos de varios años luz de diámetro ni siquiera tienen estrellas, sino que son lo que queda de gas y de polvo cuando una estrella muere. En el centro de M57 hay una sola estrella muerta, aún enfriándose: una enana blanca que se está apagando de a poco pero que todavía brilla 200 veces más que el Sol. Aunque desde estas latitudes cósmicas el conjunto parece anular o esférico, en realidad tiene forma de reloj de arena. Se calcula que nacen tres de estas nebulosas cada año, dejando manchas como si alguien quitara tazas de café cósmico... la mayoría demasiado lejos como para deleitarnos con su espectáculo.


Las Pléyades

Pléyades
Las famosas Pléyades (Palomas, para los griegos) son un grupo de al menos 500 estrellas azules, siendo la mayoría muy nuevas en el universo; se formaron de restos estelares como los de M57. Parte de ese polvo estelar aún flota al rededor de las Pléyades, dándoles una apariencia fantasmal en el telescopio. Las mayas las conocían como Motz (montón) y calcularon su número en 400 –nada mal para astrónomos que un su tiempo libre brindaban con vidas humanas a la salud de los astros–; en su preciso movimiento a través del cielo basaron su calendario civil de 365 días. La astronomía moderna llama a los montones de estrellas "cúmulos". Este en particular tiene 12 años luz de diámetro y sólo ocho de sus estrellas pueden verse a simple vista, muy apretadas en un espacio aparente menor al que ocupan las Tres Marías. Aunque nacieron juntas, estas estrellas se están dispersando velozmente y terminarán desparramadas por la galaxia, asegurando que las futuras estrellas, planetas y formas de vida tengan átomos de todos los rincones del cosmos.


Supernova

Supernova
Las supernovas, o novas, se llaman así porque aparecen en lugares del cielo donde anteriormente no había nada. Imagínese al Sol explotando y brillando cien mil veces más que ahora y se obtendrá una nova, una "nueva" estrella que podrá ser vista incluso desde otras galaxias porque brilla más que la galaxia misma que la contiene. Al explotar, la estrella quema en segundos lo que de otro modo le tomaría siglos. Nada queda de ella; desaparece también su campo gravitatorio y se alteran las órbitas de los objetos cercanos (si se trataba de un sistema binario, la otra estrella sale rodando con destino incierto). Su resplandor, de todos modos, dura sólo unos días, así que hay que tener mucha suerte para atestiguar uno de estos eventos. La última gran nova fue observada en 2006, aunque la explosión ocurrió hace 238 millones de años. En el mundo de la astronomía, todas las noticias son viejas. El espacio es oro.


Agujero negro

Agujero negro
Si se imagina que el espacio es una tela elástica, como conjeturó Einstein con razón, un agujero negro es lo que se obtiene al hundir lentamente una aguja infinita en esa tela, creando un embudo de donde nada puede escapar, atrayendo todo hacia un punto que siempre tiene más lugar: cada partícula que el agujero traga lo vuelve más voraz. Aunque en realidad está lejos de ser un agujero: sigue siendo un objeto; de hecho, nada hay más material que un agujero negro: crece y crece, volviéndose tan denso y pesado que el espacio bajo él cede y casi se desgarra, creando a su alrededor, más que un agujero, un pozo sin fin. Como un horno tan potente que se cocina a sí mismo y consume todo su entorno, un agujero negro no se puede apagar. Es el destino de toda galaxia: cada una tiene en su centro uno de estos pozos tragándose lenta pero constantemente todo, incluso el tiempo.



Acabamos de ver sobre el horizonte de la imaginación galaxias, nebulosas, cúmulos, supernovas y agujeros negros. Pero todo esto ocurre, aunque lejos, en la realidad, a cada instante. Los engranajes del universo nunca se detienen, lo trituran todo, lo transforman, e incluso le dan vida: entre todo ese inconmensurable caos se formaron unas criaturas que viven plácidamente sobre una roca envuelta en una frágil burbuja gaseosa... Y nunca, nunca miran hacia afuera para cobrar conciencia de lo que tienen adentro.

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