Cibermitanios

El experimento de Asch

El experimento psicológico más importante de todos los tiempos.
Si la paradoja de Abilene se trataba del deseo promedio, el experimento de Asch es acerca de la verdad promedio. Para comprobarlo, nos vamos a 1951. Porque la forma más divertida de aprender psicología es viajando en el tiempo. De hecho, es la forma más divertida de hacer cualquier cosa. Claro que eso puede generar paradojas, como enamorarse de uno mismo que viene del futuro tras haberse cambiado de sexo.

Pero concentrémonos en el tema de este artículo. La concentración es tan importante que hasta los alemanes –padres de la psicología– crearon campos dedicados a ella. En su defensa, debo decir todo fue un malentendido desencadenado por la frustración de Hitler para cumplir su plan original.

Heil taxi

Pero los taxis no paraban, todos comenzaron a imitarlo y ya sabemos como terminó la historia.

En más de un aspecto, la conciencia es apenas el inquilino de una mente con vida propia. Ser conscientes de nuestros deseos y decisiones no implica en modo alguno haber tomado parte en la elaboración de dichos deseos y decisiones.



Tal vez la conciencia es sólo aquello que atestigua los procesos automáticos o extraterrestremente teledirigidos que ejecuta el cerebro. Aunque esto no describa el 100% de la realidad, ciertamente es así en muchos aspectos. Pocos experimentos lo demuestran tan contundentemente como este, el experimento de Asch...



En este mismo test realizado sin acompañantes, sólo el 1% de las veces la gente se equivoca de línea. Es alarmante llegar al 37% con sólo agregar tres personas con "opiniones" en común pero diferentes a la nuestra. Y esto, obviamente, no se limita a los laboratorios. El "grupo", como el diablo, tiene muchos nombres: Amigos, Familia, Patria, Religión, Facebook...

Está bien. Uno puede guardarse su opinión para evitar el conflicto. Por ejemplo, si uno es adorador del demonio y de pronto se encuentra en una iglesia católica, en plena misa, es buena idea quedarse callado y seguir la corriente. Pero ¿y si toda la gente presente estuviera silenciosamente haciendo lo mismo? Es un escenario altamente improbable, pero ¿cómo saberlo?

De hecho, tal vez muchas de las personas en dicho templo imaginario comenzaron así: haciendo lo que hacían sus padres, vecinos y amigos, diciendo las mismas palabras porque todos las decían, aunque pensaran o percibieran otra cosa. Y, como algunos en el experimento de Asch, se terminaron convenciendo de que el error debía estar en ellos mismos.

Rebaño

Si podemos convencernos de estar equivocados ante algo tan evidente como un par de líneas, ¿en cuáles otros aspectos de la vida estamos mintiéndonos sin saberlo? En un rebaño tan grande y complejo como el humano, mantener la individualidad y la autonomía de pensamiento puede que sea 100% imposible.

Dicen que somos el promedio de nuestras cinco personas más cercanas. Esto conduce a la paradoja: En un grupo de seis personas donde todas son las más cercanas entre sí, las seis deberían ser iguales. Si bien esto no suele ocurrir tan literalmente, suele pasar en muchos aspectos.

La cercanía con la gente puede ser simplemente física, pero de todos modos el impulso natural de no contrariar al grupo llevarnos más allá de ajustar nuestras percepciones y opiniones y terminar afectando también nuestra conducta. Otro famoso experimento lo demostrará claramente, el experimento del ascensor...



La sociedad es como un gran ascensor. Qué mirar, qué comer, a quién votar, todo se promedia en lo profundo de nuestras mentes. Y esto nos revela una verdad –espero– incómoda: La mente humana no sabe pensar sola.

Y es que la mente trabaja con modelos. Si recientemente hemos adquirido un modelo sobrenatural –como cuando tras leer la noticia de un asesino suelto las sombras transforman en la distancia a las plantas en personas de actitud sospechosamente vegetal–, la mente tratará de encajar cualquier meteoro en un OVNI, todo halo en un fantasma, cada crujido en un mensaje de ultratumba.

Pero también hay modelos científicos, que han demostrado ser más eficaces en las mismas situaciones. La ciencia, de hecho, es un sistema ideado para fabricar modelos confiables y permitir que las mentes se aventuren en territorios desconocidos sin correr el riesgo de creer que todo lo extraño fue creado por los antiguos egipcios. Aún así, es un modelo.

Olor a zanahorias
Pero la ciencia es un modelo para destruir modelos. Su potencial, como mostraron los experimentos, es descubrir modelos erróneos, imperfectos, inútiles. Y esa es la idea presente: también crear un inventario de anti-modelos (sabiendo que lo son) para, con suerte, poder reconocernos a nosotros mismos en situaciones donde ningún modelo conocido sirve y hay que tomar la iniciativa...

Quizás entonces los demás nos comiencen a seguir, sin saber que no sabemos lo que hacemos, creando un nuevo modelo inservible, lo cual sería tan irónico como que, emocionado por haber obtenido en Oz lo que quería, al hombre de hojalata le diera un ataque cardíaco.