Cibermitanios

Luz azul y melatonina

Explicaciones pertinentes e impertinentes acerca de la luz y la salud.
Hasta hace un siglo no existió la iluminación eléctrica. El cambio fue demasiado radical. Sólo en la última década nuestra especie incorporó rutinas que para nuestro reloj biológico equivalen a estar perdido en un laberinto magnético con sólo una brújula en la mano. Así que hice un bookmarklet para poder leer de noche sin quedar ciego, además de algunas explicaciones pertinentes y otras totalmente impertinentes.


Luz y vida


La luz ultravioleta que emite el Sol es destructiva para el ADN, por lo que los primeros bocetos de vida evolucionaron haciendo durante la noche sus tareas genéticas (esencialmente, crecer, repararse y todo lo que tenía que ver con la división celular). Así que, si estás entre los tímidos que necesitan hacerlo con la luz apagada, esa es tu excusa.

Organismos unicelulares intercambiando información genética bajo la luz solar

Con un puñado de moléculas y algunos millones de años más, la vida tuvo un reloj de dos tiempos que marcaba "noche" y "día". Así, independientemente del entorno, en un día nublado, bajo la sombra, en el agua o durante un eclipse, las formas vivientes siguieron funcionando al compás del Sol.

Pero el día cambia su duración de acuerdo con la época del año, y las especies debieron ajustar continuamente y perfeccionar sus relojes para determinar los momentos propicios de migrar, buscar refugio, aparearse o desovar con tanta precisión como las palomas tienen ganas de ir al baño cuando pasamos bajo ellas.

Vistas de un humano según una paloma ingeniera

Y no todo es blanco o negro. Un rayo de luz blanca es en realidad un racimo de colores entrelazados, y así lo vuelven evidente los prismas. Como éstos, también la atmósfera de la Tierra filtra la luz solar dando diferentes tonos según el momento del día.

Ese ritual caleidoscópico fue puliendo durante cuatro mil millones de años los engranajes de todas las formas de vida del planeta. Los seres terrícolas saben hoy que el día está por terminar y se preparan a descansar cuando lo rojo del atardecer va reemplazando a lo azul, con lo cual ajustan cada día sus relojes.

Colores del Sol

Incluso los animales ciegos poseen fotorreceptores para regular las rutinas diarias y anuales según el color del cielo; en algunos –peces y reptiles especialmente–, la glándula pineal recibe luz directamente a través de la piel y regula el ritmo circadiano ("cerca de un día") sin intervención de la vista.

Y hasta las plantas saben cuándo florecer porque tienen diferentes tipos de receptores para la luz roja y la luz azul, que les informan de la duración del día y, por lo tanto, del momento del año.

Reloj circadiano
Esta flor del ramo luminoso en particular –la azul– activa nuestros patrones metabólicos correspondientes a la vigilia y la consciencia. Al cambiar la luz junto con la hora, girando hacia tonos rojizos primero y desapareciendo casi del todo después, nuestras glándulas pineales aumentan la producción de melatonina, un tranquilizante natural que todos conocemos como "tener sueño".

Ya sabemos que una variación en el color de la luz nos puede cambiar el estado ánimo. Pero también nos altera los ritmos biológicos. Un día gris, un atardecer rojizo o incluso una noche de luna más o menos llena pueden tener tanto efecto en nuestros organismos como el café o los somníferos.

Canario bajo los efectos del cortisol y de la melatonina

La melatonina permite al organismo llevar a cabo puntualmente muchos procesos; dependen de ella el sueño, el hambre, el metabolismo, el sistema inmune, la regeneración celular, la producción de hormonas, las sexualidad, la fertilidad, la memoria, el aprendizaje, el envejecimiento y muchísimos aspectos de la actividad cerebral, incluyendo el estado de ánimo.

Si la oscuridad es interrumpida por una luz más o menos intensa, la glándula pineal no funciona como debe. Es tan sensible que la luz de la Luna en sus distintas fases es suficiente para alterar esta glándula y sincronizar ciclos tan sutiles como cruciales y permitir, por ejemplo, épocas de celo y ciclos de fertilidad con precisión.

Día...

A nosotros, invitados del último instante del tiempo, desde casi siempre hasta casi hoy nos bastó la luz de una vela para leer de noche. Pero la electricidad habló y se hizo la lámpara incandescente, y su luz inundó en poco tiempo todo rincón.

y noche

Si bien la lámpara extendía el período luminoso natural del día, no seguía su ritmo: a diferencia de la luz del cielo, daba la misma intensidad y el mismo tono a cada instante. Sin embargo, no era tan nociva porque su luz era amarillenta; su racimo de colores no incluía demasiado azul y remitía mejor a un largo ocaso que a un intenso mediodía.

Pero empeoró la situación al aparecer la luz fluorescente, de un blanco más irreal. Y lo peor vino con las tecnologías LCD y LED, que no tienen emisores de luz blanca sino de azul –que, combinados con amarillo, parecen blanco–.

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La frecuencia de la luz azul, sin embargo, está ahí y el ojo la capta, demandando diferentes reacciones al sistema nervioso. La contaminación lumínica no es una cosa que ocurre sólo en las calles. Está en tu casa, en tu trabajo, en tu mano.

Death Ray

El blanco de una pantalla es surrealista. Debería verse como la hoja de un libro acariciada por luz natural. Incluso en pleno día, la página impresa no es de un blanco puro, brillante, ni tiene el mismo tono en verano que en otoño, ni mucho menos puede alumbrar el camino al baño por la noche.

No se trata de una nostalgia por el libro ni de fetichismo por el papel. Sencillamente, ningún objeto natural brilla tanto y a cualquier hora como una pantalla, y sólo hay un animal tan estúpido como para fijar su vista durante horas en él.

Criaturas estúpidas

Tampoco se trata de imitar a la naturaleza. De hecho, no existe la luz blanca de manera natural en este planeta. Ni siquiera el Sol es blanco ni su luz nos llega de humor constante.

Así que hoy no sólo tenemos días más largos sino también más parejos y, lo que es peor, más azulados, más diurnos. Lo mismo ocurre con nuestras noches. Nuestros relojes biológicos, sin embargo, no han cambiando en este último latido del corazón evolutivo y siguen creyendo que azul es sinónimo de alerta y esperan el descanso que anuncia el rojo... que nunca llega.

La química del sueño y la vigilia es binaria: cortisol y melatonina (estrés y relajación) controlan los estados de alerta y de descanso, respectivamente. Pero el cuerpo no se inunda de químicos de un instante a otro al accionar el interruptor de la luz. Necesita tiempo tanto para comenzar como para terminar el día...