Cibermitanios

Naturaleza audiorítmica [video]

Cualquiera puede bailar.
Esto va a ser corto; sólo quiero compartir un video y no irme por las ramas. Pero antes, quiero mostrar otro video, aunque no habría que verlo como algo separado, sino como otro aspecto del mismo fenómeno. En la realidad, libre de conceptos humanos, no hay límites sino territorios, y sus fronteras son difusasygraduales. Este segundo video, que en realidad será el primero, es en honor a Tomás de Aquino, quien dijo...

Teme al hombre de un sólo libro. Es decir, "teme al mono-bíblico". Pero también hay que desconfiar del post de un sólo video, y por eso este otro.

Sin más preámbulos, pasemos directamente a la divagación: Desde un reproductor de MP3, por ejemplo, hasta los auriculares, hay un cable que actúa básicamente como un nervio, transmitiendo de un extremo a otro la señal eléctrica que hará vibrar un par de membranas para recrear el sonido.

Pero no sólo los auriculares tienen esta capacidad de convertir electricidad en vibración; nuestras células y las del resto de los animales también tienen membranas sensibles a la electricidad, y gracias a eso podemos movernos. Esta pata de cucaracha, por ejemplo, puede bailar al compás de los Beastie Boys simplemente ocupando el lugar de los audífonos...



Visto así, bailar es bastante estúpido. Por supuesto, las señales eléctricas que envía el cerebro del insecto a sus patas son mucho más refinadas, y todavía más exquisitas son las que nos hacen bailar, pero no dejan de ser eso: un código eléctrico que las células ejecutan.

Las células hablan un lenguaje eléctrico, y además pueden traducirlo a otros lenguajes. Así como algunas pueden moverse, otras pueden crear reacciones químicas, generar más electricidad, etc. Cuanto más complejo sea el tejido celular, más compleja será la respuesta.

Por ejemplo, una aleta de calamar (Doryteuthis pealeii), que además de músculos y nervios posee cromatóforos, unas células que interactúan creando patrones visuales, interpretará la partitura eléctrica mucho más elegantemente que el primitivo insecto. Para muestra, basta un botón (play)...



Y ese fue el segundo video. Como verás, se me está complicando hacerlo corto. Uno se da cuenta cuando se acerca a la verdad porque cada vez debe buscarla más lejos. Es una paradoja, es decir, una "contraopinión", que es donde generalmente se oculta la verdad, especialmente cuando está en griego. Claro que podría limitarme a mostrar un video sin explicación alguna, pero eso sería simple piratería, tal como la inventara el mesías al hacer el primer copy-paste de panes y pescados.

No quiero perderme por caminos alternos (aunque, ya que estamos hablando de mitología, confieso que creo que lo mejor que hizo Dios fue el Diablo). Lo importante es que, antes de que pienses en hacer un plug-in para Winamp con un camaleón, debo decir un par de cosas que en realidad son aún más extrañas y maravillosas que eso.



Este último experimento sinestésico, además de la belleza artística que pueda poseer (¿poseía poesía?), nos acerca desde un ángulo raramente pensado a lo que la música es: ondas, pulsos, vibraciones que estimulan nuestras membranas auditivas y desencadenan una respuesta eléctrica.

Distintas señales eléctricas provocan distintas respuestas en distintas partes de un organismo. Por ejemplo, hay una muy particular para el correcto funcionamiento del corazón.

movimiento del corazón y la señal eléctrica que lo provoca
Al escuchar música, nos sometemos voluntariamente a una experiencia muy similar a esas sístoles y diástoles cromáticas. También nosotros convertimos el sonido en electricidad. El aire en movimiento desaparece en cuanto toca los tímpanos; éste lo transforma en vibraciones mecánicas con ayuda de un mecanismo que por su sencillez no podría haberse llamado de modo distinto que "martillo y yunque". Allí, la información es transmitida por el hueso más pequeño y liviano del cuerpo humano, el estribo, hacia otra membrana que presiona un líquido con el mismo ritmo, amplificando la señal unas 30 veces; el líquido a su vez transmite el pulso hacia el órgano de Corti, donde miles y miles de células dispuestas en fila son alcanzadas por la misma onda con pequeñísimas diferencias de tiempo, lo cual genera un patrón que identifica la frecuencia de la vibración. Ese patrón es codificado nuevamente de forma química por otras células, y esos químicos generan una reacción eléctrica que es enviada a través del nervio auditivo como electricidad, conteniendo toda la información de la nota que acabamos de escuchar, a pesar de sus múltiples transformaciones.

Pero todo este intrincado telégrafo (muy simplificado aquí, ya que no hay necesidad de extenderse tanto por un video) de membranas y huesos y líquidos y químicos y electrones que convierte información viajando por el aire a 1.236 km/h en pulsos eléctricos es sólo el comienzo de la historia, porque el órgano con el que verdaderamente sentimos la música es el cerebro, que no es muy diferente de la piel de un calamar.

Salteando unas cuantas páginas del manual de biología, digamos que nuestras neuronas también son células, y también son sensibles a la electricidad, excepto que, en lugar de producir movimiento, generan aún más electricidad.
El cerebro toma la información de ritmo, intensidad, frecuencia, longitud, duración y forma de cada onda, la compara con la de las otras y construye esa experiencia virtual llamada música, sólo que en lugar de pigmentos utiliza emociones. Cómo lo hace es un asunto mucho más complejo, ya no solamente físico sino de la clase que llamamos "psicológico", una palabra que por ahora no significa nada más que "con la lógica de la cabeza", es decir, ¿quién sabe? En este momento es cuando debemos empezar a cavar el túnel desde el otro lado y cruzar los dedos para que se una con el que empezamos recién desde el oído. Claro que eso lo intentaré otro día, para conservar la mesura de este epígrafe de video.

Hoy, la tecnología y el conocimiento nos permiten cavar sólo muy superficialmente en el lado del fenómeno psicológico; conectamos una compleja máquina a un cerebro mediante electrodos y vemos en una pantalla algo similar a lo del video. No es un gran avance, y se nos sigue pasando por alto que, para el animal del experimento, esas manchas coloridas en la pantalla se sienten como nosotros sentimos la música.