Cibermitanios

Inventos para problemas cotidianos que la ciencia olvidó solucionar

Inventos inexistentes que cualquiera puede hacer y patentar.
Estos inventos de mi propiedad intelectual no están patentados y regalo las ideas a cualquiera que quiera usarlas. El único requisito es que debe mostrarme su versión cuando la finalice. Es lo menos que puedo pedir. Y un millón de dólares sin marcar. Y un helicóptero. Lleno de mujeres. En lo posible, entrenadas en el paracaidismo nudista. Y una pistola que dispare portales (ASHPD). Nada más.


Jabote


El problema: me estoy duchando alegremente en la bañera y se me cae el jabón. El agua ya está un poco velada por la mugre y el shampoo, y debo buscar a tientas el mencionado adminículo, que resulta ser más escurridizo que el Bosón de Higgs. Cada tanto, por simple azar, logro establecer contacto con él, sólo para animarlo más hacia lo desconocido. Me queda sólo una tenue sensación de saber que sigue en alguna parte de la bañera, no más intensa que el pestañeo de un ciego.

La primera opción que medité para solucionar esta humillación fue atarme el jabón con un hilo, pero ya sabemos cómo se resisten estas criaturas al cautiverio. Los jabones quieren ser libres, como los peces. Aunque lo lograra, suponiendo que el agua no estuviera ya muy fría y pudiera atar el otro extremo a alguna parte todavía útil de mi cuerpo, vendría el peligro de quedar enredado con el hilo mientras el agua sube y el jabón se regocija con mi lenta y húmeda muerte, si es que no se desliza antes bajo mis pies haciéndome caer y ahogar en el acto.

Y, así, cada plan que se me ocurre (todo esto mientras sigo buscando el jabón) tiende al fracaso, excepto uno...

Jabón flotante

La solución: un jabón flotante (o Jabote©). Un simple jabón con el mínimo añadido de burbujas de aire en su interior. Para poner a prueba este concepto futurista, tomé un jabón nuevo y le obré algunos agujeros, no sin gritarle "this is Sparta!" en el proceso, y luego tapé los orificios con más jabón para que las burbujas no desertaran. Querido lector, debo decirte que el experimento fue un éxito absoluto. Y te digo más: más.


Termause


El problema: cuando uno pasa demasiado tiempo en Internet -no me lo vas a creer- ¡el cuerpo sigue estando en el mundo real! Más precisamente, la mano derecha (en el caso de los diestros y de los zurdos que viven en espejos) está posada sobre el mouse. Al menos así ocurre con la mayoría de las personas, y esto tiene un dramático efecto que todos hemos experimentado: la mano se enfría. Sí, señor: los cibermitaños tenemos una mano más fría que la otra por culpa del mouse, llegando incluso a veces a perder la esencia vital en la yema de los dedos, si es que no también en la clara, generalmente en ese preciso instante en que encontramos un buen video porno.

No tenemos más remedio que enfrentar esta aberrante injusticia metabólica de la naturaleza...

Mouse térmico

La solución: un mouse térmico (o Termause©), que dulce y aristocráticamente irradie calor hacia la mencionada extremidad, manteniendo el equilibrio termodinámico en su punto justo. Confieso que aún no he fabricado el prototipo de este invento, pero sé cómo hacerlo. Basta una resistencia y la misma electricidad que alimenta al dispositivo desde el puerto USB.


Ledpicera


No sé el resto de las personas, pero yo despierto varias veces por la noche con la urgencia de tomar nota de un sueño o una idea genial de último momento, como todas las que no has leído aquí porque no las pude anotar.

El problema: la lámpara que custodia mi cama bombardea mis ojos con millones de partículas que viajan a casi 300.000 kilómetros por segundo. Eso duele -lo juro-, así como duele un sonido estridente donde previamente reinaba el silencio, que es como la oscuridad para los oídos. En consecuencia, para evitar este indeseable Hiroshima luminoso, generalmente opto por no requerir los servicios del artefacto y escribo en la oscuridad, si es que llego a encontrar un lápiz entre la infinidad de objetos desconocidos que habitan de noche sobre la mesa de luz (una vez, hasta encontré el jabón).

Hasta que cierta noche desperté con la solución: la idea más asombrosamente genial que un Homo sapiens hubiera desarrollado jamás. Desafortunadamente, no pude anotarla y la olvidé, pero es probable que se pareciera a esto...

Lapicera luminosa

La solución: un bolígrafo LED (o Ledpicera©). Es probable –imagino- que ya exista algo similar, pero ni me atreví a googlearlo y me puse a elaborar mi propio diseño. El primer modelo es algo tosco, hecho con una birome cualquiera, un LED azul de alto rendimiento y un par de pilas de reloj. Tiene un botón para encender y apagar la luz que se vierte en un diámetro de 5 cm al rededor de la punta (cuando está apoyada sobre el papel), que es el área óptima para poder leer lo que escribo y proteger mis globos oculares de la perversa radiación electromagnética.


Factoilette


Finalmente, un conflicto existencial que aqueja a la Humanidad desde incluso antes que el florecimiento de la civilización (en una pluralidad de sentidos). Somos criaturas mentales que todo lo transformamos en información, pero hay momentos en los que la corriente informática cesa y surge eso que llamamos aburrimiento. Esos momentos suelen ocurrir con mayor o menor constancia una vez al día...

El problema: ya leíste todas las etiquetas de los productos de limpieza. Olvidaste llevar una revista (o quizá ya dejaron de fabricarlas). No hay rostros ni monstruos nuevos en las manchas de la pared. Y te ves prisionero de esa situación por unos cuantos minutos. Naturalmente, estoy hablando del ritual de evacuación de residuos orgánicos del ente mecánico que transporta nuestras almas...

Papel higiénico educativo

La solución: es en realidad una vuelta de tuerca a algo que ya había inventado: los factoides. Un papel higiénico impreso con factoides (o Factoilette©) para alimentar el espíritu mientras el cuerpo hace lo opuesto. Es ideal para mantenerse entretenido e informado y poder salir del baño con aire triunfador y decirle a tus amigos: "comparto el 50% de mi ADN con una banana".