Cibermitanios

Panspermia artificial

¿Una responsabilidad cósmica?
No se asusten, no estoy donando semen. En otro post, zornamos casi por unanimidad que parece inevitable la existencia de vida extraterrestre. Pero, ¿y si nos equivocamos? Imaginemos por un instante que realmente somos los únicos seres vivos del universo —suposición que se ajusta perfectamente a lo que sabemos—. ¿No sería entonces nuestra responsabilidad pasar esta antorcha sagrada de la vida a otros mundos?

Existe una idea muy antigua denominada "Panspermia", según la cual habría en el espacio, viajando de una galaxia a otra, innumerables microorganismos que actuarían como semillas —sembrando la vida en cada planeta que encontrasen—. No hay pruebas de que la panspermia sea un hecho, pero ¿por qué no imaginarla al revés? ¿Y si la iniciamos nosotros?

No me refiero a meter monos en un cañón y mandarlos a Plutón, si no a algo mucho más sutil y efectivo, a darle un pequeño empujoncito a la evolución cósmica liberando algunos microorganismos en el espacio, así nomás, como quien tira disimuladamente un papel en la calle y cuando alguien le chista mira para otro lado.

Si la teoría de la panspermia es correcta: primero, deben existir organismos capaces de subsistir en el despiadado y aburrido vacío interestelar durante miles de años; segundo, nosotros somos seres extraterrestres que se adaptaron y evolucionaron de acuerdo a las características del planeta que invadimos; tercero, hay en este instante tanta vida dispersa en el universo como estrellas brillan —y tarde o temprano la encontraremos (o nos encontrará)—.



De esas tres ideas, sólo la primera podemos asegurar parcialmente, porque ya hemos comprobado que los tardígrados pueden sobrevivir en el espacio sin agua ni atmósfera ni alimento ni Facebook.

Estos invertebrados miden sólo una fracción de milímetro y viven en cualquier tipo de agua, sin importar si está hirviendo o completamente congelada. Cuando no tienen agua, se repliegan formando una coraza y entran en un estado llamado criptobiosis, una suspensión similar a la hibernación de los osos durante la cual detienen su metabolismo por completo, exactamente como si estuvieran muertos, y sencillamente despiertan cuando las condiciones vuelven a ser favorables.

Hace un año, los rusos los mandaron al espacio para ver qué onda y comprobaron que podían sobrevivir a pesar del vacío, la intensa radiación estelar y una sensación térmica que haría que tu abuela se transforme en un superconductor.

Por supuesto, los tardígrados sólo fueron astronautas poco más que Homero Simpson —apenas 12 días—, pero durante ese tiempo demostraron que la vida puede soportar perfectamente el espacio exterior (y viceversa). Queda por demostrar cuánto tiempo serían capaces los osos de agua de sostener la criptobiosis antes de morir definitivamente, pero no es muy probable que puedan llegar a otro planeta.

Aún así, aunque los osos de agua no lo lograran, podría haber otros organismos preparados para tal viaje... Incluso los podríamos diseñar en un laboratorio para reforzar estas características y dotarlos de algunas más, quizá con algún método que permita rastrearlos a lo largo de la galaxia.

Aunque hoy mismo eso no es posible, lo será en algún momento del que estamos muy cerca y todo el mundo querrá opinar —especialmente los que no saben—, así que adelantemos nuestras agudas mentes a la polémica y pensemos un rato sobre esto: panspermia artificial.



Te preguntarás (es una orden) ¿para qué queremos desparramar la vida en el universo? Te responderé: por la misma razón que plantamos árboles, escribimos blogs y detonamos bombas atómicas: porque podemos. Si eso no es razón suficiente, quizá pensar que el increíble fenómeno de la vida podría desaparecer por completo si algo nos pasa sea otra válida razón. No lo sé, lo dejo a tu criterio.

Lo que sí sé es que podemos y que sería el legado más grande que podríamos dejar como manojos de átomos concientes del universo.

La panspermia artificial sería mucho más exitosa que la hasta ahora especulada. En lugar de simplemente dejar que vaguen con poca probabilidad de dar en el blanco, podríamos acelerar la panspermia disparando estratégicamente las semillas hacia determinados planetas, protegiéndolas dentro de cápsulas especiales.

Especulando un poco más: quizá otra civilización ya lo haya hecho, y todos esos meteoritos no sean más que pequeñas naves espaciales, ya sean naturales o artificiales. O quizá nosotros mismos salimos de una de esas microarcas de Noé enviadas por alguna civilización ya extinta (mmm... eso es Superman; otra vez me ganaron la idea).

Seamos los únicos o no, seamos los primeros o los últimos de una tradición universal donde cada forma de vida envía su legado a otros mundos, la panspermia parece posible y, por tanto, parece inevitable.

La pregunta es: ¿vamos a dejar que los de Krypton nos ganen esta vez?