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El efecto nocebo

¿Nunca leíste el prospecto de un medicamento y terminaste dudando de si era mejor la enfermedad?
¿Nunca se pusieron a leer el prospecto de un medicamento y terminaron dudando de si era mejor el remedio que la enfermedad? Yo, al menos, más de una vez me pregunté cómo algo para curar el dolor de cabeza puede tener tantos efectos adversos, incluyendo la extraña posibilidad de producir dolores de cabeza. Es bastante absurdo. Y me pregunto si todas esas advertencias serán reales o estarán relacionadas con...

(si esto fuera una película, en este instante empezaría una música de tambores y yo caería con una moto desde un satélite)


El efecto nocebo


Ya que salió el tema de los placebos, que no es una nueva banda de cumbia tropical, ¿por qué no hablar de algo menos conocido, el nocebo?

El efecto nocebo es lo opuesto al placebo: a la persona se le dice que algo está mal o a punto de salir mal, y caga fuego (expresión argentina que denota un malestar tan incómodo como su nombre lo sugiere). Por ejemplo, es probable que alguno que otro de los lectores esté en este instante mirando con desconfianza cada que se le cruza en el texto de la vida...

Este efecto se da, principalmente, en la medicina, al igual que el placebo. Cuando los farmacéuticos prueban convidan nuevas drogas, acostumbran a hacerlo sobre dos grupos diferentes: a un grupo se le da el medicamento real y a otro, un placebo, un inofensivo caramelo de azúcar. Esto lo sabemos casi todos: algunos de los engañados mejoran simplemente porque creen que el caramelo es la medicina...

Pero lo poco divulgado y más interesante aún es que a los mismos pacientes se les informa de los posibles efectos secundarios, y la mayoría comienza a sufrir alguno de ellos, que pueden ir desde una simple comezón hasta un infarto mortal.

Por supuesto, se han hecho estudios serios al respecto donde los científicos hacían advertencias falsas del tipo "este producto puede ocasionar pérdida del cabello, desaparición de huellas dactilares y combustión testicular espontánea". Claro que cualquiera se preocuparía al oír algo así, pero el efecto nocebo va mucho más allá de lo psicológico, llegando a afectar muy seriamente al cuerpo...

Por ejemplo, si se le dice a la persona que determinado procedimiento es extremadamente doloroso, sufrirá dolores muy reales, incluso antes de recibir el placebo. Fuera de los laboratorios, hay casos de gente que realmente murió de miedo al ser mordida por una serpiente no venenosa, por poner un ejemplo.

Como siempre, el lado que me interesa resaltar no es el concerniente a la medicina, sino a lo social, que está mucho más al alcance de nuestras manos. Pensemos, por ejemplo, en todos los efectos colaterales que tiene la vida según un programa de noticias de TV...

Uno no puede salir a la calle porque lo atropella un conductor borracho, lo asalta un drogadicto, lo viola un hombre lobo o lo que sea que esté de moda. Lo cierto es que el mundo siempre fue así: la seguridad no está peor que hace dos mil años; de hecho, está asombrosamente mejor.

Personas y situaciones de mierda hubo siempre pero ahora, gracias a las tecnologías de la información, parecen mucho más cercanas y cotidianas. Sin mencionar la insistencia de los medios en privilegiar (in)justamente ese tipo de noticias.

Confío en que no hace falta explayarme más en esta idea, y en que el lector sabrá usar su inteligencia para llegar a las mismas conclusiones que yo (o a su refutación, si los razonamientos lo amparan). Más me interesa compartir esta otra idea: el verdadero mal no está en las noticias, no en el medicamento de azúcar, sino dentro de nosotros mismos...


La ilusión nocebo


Me explico: cuando decimos "efecto nocebo" damos a entender que hay una causa de ese efecto (el falso medicamento), y quizá sea más conveniente el término "ilusión nocebo", ya que en realidad lo que ocurre no es un efecto químico de alguna misteriosa propiedad del azúcar sino que se origina dentro de la mente y se vuelve tan sólido que es capaz de enfermar de estrés y transformarse en otras enfermedades.

Así es que, en lugar de entregarme a una queja improductiva contra los medios y la paranoia, ambas cosas que no puedo cambiar y que, en un sentido estricto, no son causas, quisiera centrarme en lo que sí podemos controlar porque acontece en nuestro propio reino, nuestra cabeza.

Ejemplos cotidianos sobran, y, esta vez sí, son mucho peores que los de antaño. Si hay algo que se incrementa, no es el delito, sino la percepción que de él tenemos. El prospecto adjunto de la vida cada vez tiene más contraindicaciones, y es probable que se deban a la simple observación de pacientes que a su vez estaban bajo un "efecto" nocebo, cuando no son puramente malintencionadas.

Por la misma abundancia de ejemplos es que daré uno solo, porque quisiera que este texto lo ilustren ustedes con sus comentarios, y para evitar inducir una reacción nocébica en cadena.

Obsérvese una táctica publicitaria muy común: vender el miedo a no poseer determinado producto. Por ejemplo, una propaganda sobre una puerta blindada para tu casa, en lugar de mostrarte un hogar tranquilo y seguro, te muestra todos los desastres que te van a ocurrir si no compras dicha puerta. Y hay dos desenlaces posibles: que compres la puerta o que no... pero lo más probable es que en ambos casos vivas con más miedo que antes. Y los ladrones seguramente te entrarán por la ventana.

Que quede claro que no estoy culpando a la publicidad, sino al consumidor... Las decisiones tomadas por miedo se parecen mucho a la estupidez, ¿no les parece?