Los necios
Bestiario taxonómico de pobres diablos y enemigos involuntarios del progreso.
15/12/15
Si ves algunos de estos personajes por la vida, podrás justificarlos, respetarlos y hasta amarlos si te place, pero una cosa deberás tener por segura: los necios no cambian fácilmente y son los que más daño hacen al mundo sin enterarse jamás. Que acuda este bestiario de la necedad en auxilio de tu habilidad de rodearte de gente fecunda, a menos que, como el 51º necio, seas uno de ellos sin espejo donde reflejarte.
Todos necios.
- El pastor que con sus ovejas arrasa indiscriminadamente lo que otros con esfuerzo siembran.
- El atleta que alcanza la meta, exhausto, y se desmaya sobre ella.
- El soldado que obedece órdenes y, creyendo renunciar a la culpabilidad, sólo pierde todo lo demás. Y el general que las imparte y, creyendo cargarse con la culpa, sólo la reparte, la multiplica y más aún la esparce.
- El que, como la abeja que por instinto clava su aguijón, muere sin hacer bien ni evitar mal.
- El "necio hormiga", que puede y carga el doble que las demás, y entorpece el camino de cien que marchan detrás.
- El "necio canario" que, para deleite de sus captores, canta más cuanto más pequeña es su jaula.
- El "necio polilla" que, como Ícaro, no distingue el límite entre el fuego y la luz.
- El guerrero que desenvaina su espada en tantas vanas ocasiones que la deja sin filo para enfrentar la amenaza real.
- El náufrago que, seducido por la sed, besa la sal.
- El alpinista apresurado que, contemplando la cima, confunde la mitad del trayecto con la meta.
- El navegante que con su catalejos busca tierra en el horizonte, por sobre mil islas bajo él.
- El pastor acostumbrado, que no distingue la oveja negra del lobo blanco.
- La oveja renegada, que va siempre en contra del rebaño, ignorando que es el rebaño el que dicta siempre su dirección.
- El escritor que está seguro de ser original porque lo ha leído todo.
- El ambicioso, que quiere ser mejor pero confunde "ser" con "tener" y "mejor" con "más".
- El vanidoso, que compra paraguas de terciopelo y sombrillas de cristal.
- El metafísico, que paga más por su futura tumba que por su cama actual.
- El soñador casual, que construye castillos en el aire pero olvida construir una escalera.
- El demasiado confiado, que cree que el león le sonríe cuando en realidad sólo le muestra los dientes que lo despedazarán.
- El demasiado precavido, que en invierno vende su abrigo para en el verano alquilar sombra.
- El jugador irresponsable, que maldice a los dados para no aceptar que ha elegido el azar.
- El millonario en quiebra que, para poder comer, debe vender sus dientes de oro.
- El taxonomista irreflexivo que juzga a la evolución únicamente por sus ínfimos éxitos y no por sus fracasos.
- El caminante que pisa siempre huellas ajenas sin desviarse jamás, repitiendo una historia tan segura en éxitos como en fracasos, en pasos firmes como en tropiezos, en avances como en retrocesos... y logra rodear obstáculos que ya no existen más.
- El que aprende imitando, sin arriesgar, y alcanza la imitación del éxito.
- El decorador desmedido, que echa perfume sobre las flores.
- El que arranca la flor para apreciarla en lugar de inclinarse ante ella.
- El que mira el dedo que apunta a la Luna, y el que señala al que mira el dedo sin ver ni el dedo ni la Luna.
- El que roba a un ladrón creyéndose exiguo de devolver lo robado a quien fue robado en primer lugar.
- El buen mediocre, que en la tolerancia ve una imaginaria virtud y no una cobarde complicidad.
- El que cree que el viento es malo sólo porque ha andado en su contra, y el que lo cree bueno sólo por haberlo hecho a favor.
- El que sueña con guiños de estrellas durante el día y con caricias solares por la noche y se pierde ambos sueños en la realidad.
- El que corre bajo la lluvia y resbala sobre ella.
- El que da al necesitado sin combatir la necesidad, alimentándola.
- El que confunde el reloj y la brújula y persigue su propia sombra sin enterarse jamás.
- El que, en lugar de cultivar virtudes, siembra plagas sobre la cosecha de los virtuosos.
- El que basa su moral en un código ajeno, enajenándose así de tantos errores como aciertos, resignando su voluntad, responsabilidad y posibilidad de perfeccionamiento.
- El que ofrece una recompensa creyendo alentar una virtud, cuando en realidad la desvirtúa.
- El que paga a otros para hacer lo que, por principios, jamás haría aunque de ello dependiera su vida día a día.
- El necio faraónico que invierte todo en una tumba de descanso eterno que por su misma riqueza está condenada a la profanación.
- El que habla a espaldas de otro, sin percatarse de los oídos y bocas detrás de su propia espalda.
- El que reprende al niño que pinta las paredes o miente, pero compra cuadros y libros de ficción; que ve inútil el castillo de arena junto al agua pero admira estatuas sin brazos ni cabeza; que ordena silencio cuando los niños juegan, pero calla solemnemente cuando va al teatro; el artísticamente ciego y sordo que no entiende que todo niño canta y baila naturalmente.
- El que enciende una vela de día y le ruega luz para la noche.
- El que entibia la verdad y a oídos ajenos la sirve fría.
- El que la cocina demasiado y la quema.
- El que no ama las semillas que siembra tanto como los frutos que cosecha.
- El que desvirtúa el perdón perdonando al ofensor sin contemplar la ofensa sólo porque le han rogado.
- El que por comodidad renuncia al arte para convertirse en artesano.
- El que fracasa porque ha puesto el éxito en la mirada de los demás.
- El que cree que la gente no cambia, como sí el mismo hubiera nacido con esa opinión...
Todos necios.