Ya se conocen 40 cráteres -de hasta 15 km de diámetro- repletos de agua congelada en el Polo Norte lunar, que es lo poco que pudo estudiar en detalle la nave hindú Chandrayaan-I. Pero, ¿de dónde salió el agua? Parece una pregunta tonta, pero si nos ponemos a pensar que la Luna nunca pasó cerca de una nube y que el agua no puede haber brotado mágicamente, necesitamos una respuesta más precisa...

Estamos hablando de una cantidad de agua que en la Tierra equivaldría a unos 600 mil millones de litros, toda el agua que contiene la Bahía de Sídney (foto ▼).



Entonces, ¿Cómo llegó toda esa agua a nuestro satélite?

La Luna es una esponja muy extraña. En lugar de absorber agua, la cual no abunda en el espacio, atrapa distintas partículas con carga eléctrica que despide el Sol. Una de estas partículas es el protón, y el átomo más simple que puede formar un protón es el hidrógeno; en otras palabras, el Sol despide núcleos de hidrógeno¹ que la Luna se apropia y, como una alcancía estelar, ahorra meticulosamente entre sus rocas.

Una vez allí, la mayoría de los protones descansa en el suelo lunar (regolito). Pero no todos los núcleos que emana el Sol son atrapados por la Luna: un 20% es rechazado y devuelto al espacio. Cada uno de esos protones rebeldes se combina con un electrón para formar un átomo de hidrógeno y, más tarde, interactúa con las moléculas de oxígeno que hay en el regolito, sintetizando la hermosa molécula H₂O.

Resumiendo:



Así que, en este sentido, la Luna es nada menos que un brillante generador espacial de agua. No es probable, sin embargo, que la Luna de pronto comience a llover (más información sobre estos procesos en ESA).

Por algo el hidrógeno se llama así: hidro+genes, "generador de agua". Además, el hidrógeno es tan abundante en el universo que representa un 75% de la masa conocida, ya que billones de estrellas están continuamente acuñando los núcleos de este elemento, por lo que el hidrógeno es, básicamente, la materia prima del universo material. Y la Luna, como vimos, se encarga de construir agua con él.

Aunque el proceso es muy lento, nuestra luna tuvo millones de años para crear y acumular gota por gota. Lo que no se sabe bien es cómo la Luna hace rebotar a ese 20% de protones (quizá conoce el principio de Pareto), y eso deberá estudiarse antes de pensar en colonizar el satélite (presuntamente, sería culpa de ciertos campos magnéticos del regolito).

La siguiente pregunta es si podemos aprovechar este generador, si el agua lunar es potable.

La respuesta actual no es tan alentadora. Para empezar, ni siquiera es posible tocarla. No es que uno vaya a la Luna un fin de semana y se pueda poner a navegar en velero a la luz de la Tierra. Esos millones de toneladas de agua no están formando estanques, como lo harían en este planeta, porque la Luna no tiene atmósfera y casi no tiene gravedad y el Sol la evaporaría en instantes. En cambio, el agua lunar está dispersa y mezclada con los átomos de otros elementos, como formando un sutil barro congelado que con mucha imaginación podríamos llamar "humedad".

Pero los habitantes terrícolas no solemos darnos por vencidos tan fácilmente y, a diferencia de los trolls, probamos diferentes estrategias cada vez hasta escapar de la propia estupidez.

Una primera estrategia -imprescindible para este tipo de aventura espacial- podría ser construir un invernadero que caliente el hielo superficial y permita a las plantas beber directamente de él. Las plantas producirían más oxígeno y mantendrían el ambiente hidratado, al menos en teoría.

En cualquier caso, es cuestión de tiempo para que encontremos un modo de aprovechar ese recurso, ya sea para establecer una base lunar o para fabricar una Moon-Cola...