Cibermitanios

Internet y la biblioteca radiada de Otlet

Una especie de Google "a mano" del siglo XX.
En 1932, un visionario belga llamado Paul Otlet imaginó un sistema global de comunicación multimedia, una red de información que incluyera libros, fotografías, radio, teléfono y televisión, y que estuviera al alcance de cualquier persona a través de un aparato similar a un televisor que representara todos esos datos. ¿Hemos alcanzado ese objetivo? Mi idea es que llegamos mucho más allá...

Por supuesto que Otlet no tenía manera de imaginar los grandes avances tecnológicos que verían sus descendientes -como tampoco nosotros la tenemos-, así que fantaseó con que el usuario pediría la información por teléfono y que, del otro lado, alguien haría una búsqueda y le transmitiría los resultados. Un Google "a mano".

Para solucionar el tema de los archivos multimedia, Otlet pensó en una pantalla circular dividida en diferentes porciones, cada una especializada en un tipo de medio. Así, audio, video o texto aparecerían en un sector diferente y podrían ser consultados simultáneamente (como diferentes ventanas dentro de Windows). Pensaba en su "biblioteca radiada" como en el futuro del libro; sin embargo, Internet es mucho más que eso, y creo que es sólo el comienzo.



La web, como contenedor del conocimiento, posee una estructura móvil, muy distinta de la de los libros. En Internet uno explora en cualquier sentido, ya no sólo en el que las páginas se amontonan. Al pasar del texto al hipertexto, saltamos del orden al hiperorden. Ya no es el lector quien debe adaptarse a la forma en que se le presenta el conocimiento, si no al revés. Hemos creado otra realidad, una otredad que fue esbozada por Otlet en su Traité de documentation, por Mallarmé en su Livre, por Cortázar en su Rayuela repleta de "links" de tinta sobre papel...

Sin embargo, hay algo más, otro nivel al que Internet está llegando. Pero antes de seguir debo intercalar un párrafo para explicarme mejor.

los 'links' de OtletNos representamos el mundo mediante signos, y nuestra memoria está compuesta por esos signos. Así, el objeto que recordamos puede cambiar, la persona puede dejar de estar, pero el signo que se ha marcado en nuestra mente permanece intacto, porque no hay una conexión directa entre ambos (pierdo las llaves, pero mi recuerdo de ellas no desaparece automáticamente).

De esto se desprende que la memoria representa, recrea o simula las cosas; la memoria es un simulacro de la realidad, al igual que lo son los libros, las fotos, la música... Si bien la memoria puede que guarde individualmente palabras, imágenes y sonidos, al recordar algo lo traemos a la conciencia como un todo que tiene un nuevo significado: esa información no se nos presenta fragmentada del modo en que Otlet lo imaginó; la consciencia es algo nuevo que se crea ad hoc, y que es mucho más que la suma de esos signos.

Si la memoria era un simulacro de algo, la conciencia que recuerda es algo casi completamente nuevo fabricado con los materiales del pasado.



Otlet tuvo un sueño fragmentado, una pantalla dividida en categorías que no era más que un rejunte de cosas, fragmentos de una memoria colosal, pero no una fusión total como la que creo que podemos ver en esta época.

Estoy pensando particularmente en las animaciones interactivas, los videojuegos y demás. Muchos objetos flash, a pesar de ser una mezcla de todos los otros medios, no tienen una correspondencia directa con la realidad. Porque, además de los medios, están conformados por un lenguaje de programación que permite la interactividad. Tienen sus propias leyes que pueden eludir completamente cualquier correlación con las leyes físicas. Para utilizarlos, hay que pensar diferente, a veces de una manera en que ninguna otra cosa del mundo nos obliga a hacer. El contenido se va creando a medida que pulsamos botones; antes no estaba allí, es el programa -en conjunción con nuestras acciones- el que creó esa pequeña porción de realidad (y es posible que nunca se vuelvan a repetir las mismas circunstancias ni el mismo efecto).

Hoy, la tecnología es tal que en ocasiones la información deja de ser representante de la realidad (signo) para directamente crearla (cosa); deja de ser simulacro para representarse a sí mismo, deja de ser realidad virtual para ser virtualidad o, simplemente, realidad.

Argentonia (Argentina en Second Life)Second Life, por ejemplo y en otro orden, si bien es un mundo virtual basado en los signos de siempre (hay casas, la gente habla y trabaja, se puede volar, etc.), es una realidad en sí misma, porque hay mucha gente que "vive" allí. Esa vida social no era posible antes de Internet. Eso es nuevo.

Cuando sean cosa común los dispositivos de Realidad Virtual, cuando un ser humano pueda trasladar su mente dentro de una memoria artificial o reforzar su cuerpo con hardware y sus capacidades cognitivas con software y trasladarse definitivamente a vivir dentro del juego, ¿tendría sentido seguir llamándolo Realidad Virtual? No creo que Second Life sea más virtual que un libro impreso, sino todo lo contrario.

El libro señala a otra cosa; los mundos virtuales se señalan a sí mismos.

Creo que superamos por mucho el sueño de Otlet, y no me refiero sólo a lo tecnológico, si no a nuestra forma de interactuar con esa gran biblioteca que es la realidad. Y que en algún lugar del futuro nos esperan nuevas realidades jamás soñadas.

3 comentarios

  1. Me asusta pensar que los avances como separar el Ser Humano de su cuerpo mortal solo llegarán a algunos, y morirá quien interese que muera.

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  2. Yo creo que actualmente son pocos los que viven.

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  3. Cuando sean comunes los dispositivos de Realidad Virtual seguramente vamos a estar viendo otra novedad, como experimentar una "extra realidad " (por que la nuestra va a apestar) o la revelación de las maquinas .

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