Cibermitanios

La extraña conexión entre los pies y la belleza

El tamaño (de los pies) importa.
Las mujeres con pies pequeños atraen más a los hombres: este es el resultado de un estudio científico basado en los gustos de 77 hombres que, curiosamente, nunca vieron los pies de las mujeres que calificaban como hermosas, sino sólo sus rostros. Es decir que no son los pies los que los atraen, sino sus portadoras. Y esta conclusión asombrosa tiene también interesantes explicaciones.

Los investigadores midieron 16 diferentes aspectos del cuerpo de 60 mujeres, incluyendo la cabeza, los muslos, la cintura y los pies. Luego agruparon a las modelos según los tamaños de cada parte, quedando grupos de ocho mujeres con partes pequeñas y ocho con partes grandes.

Por cada grupo realizaron un retrato digital que promediaba los rasgos faciales de todas.

Elije la que más te guste:


Lo más probable es que coincidas con el 78,5% de los voluntarios del estudio en que es más atractiva la mujer promedio de pies pequeños, es decir, la de la izquierda. De todas las mediciones corporales realizadas, la de los pies resultó ser una de las conexiones más relevantes con la sensualidad percibida, junto con las que compartían cinturas estrechas y piernas largas.

Además, el 90% de los participantes consideró a este retrato promedio como "más femenino", independientemente de si le atraía o no más que su contraparte de enormes pies.

Los científicos especulan que esta predilección revela un reconocimiento instintivo de aspectos de una infancia saludable, donde la alimentación y el estrés ambiental condicionan los cambios hormonales de la pubertad: las malas condiciones hacen que las mujeres se desarrollen más pronto y tiendan a quedar más bajas y robustas, con pies menos estilizados.

El mismo estudio se llevó a cabo con retratos de hombres y calificaciones femeninas, pero los resultados fueron menos consistentes y no mostraron nada tan sorprendente: También viendo sólo sus rostros virtuales, ellas prefirieron, sin saberlo, a los varones con torsos largos y, por alguna razón, con muñecas más finas.

Pese a lo contundente del estudio en cuanto a los pies, yo tengo otra explicación alternativa de los resultados...


El mundo al ras del suelo


Sigmund Freud sospechaba que la retorcida mente humana sustituía simbólicamente al pene por los pies. Eso podría aclarar al menos una parte de la preferencia masculina revelada por el estudio, si es que el psicólogo tenía razón acerca de la famosa tercera pata.

Otros estudios han demostrado que, a lo largo de siglos y lo ancho de distintos continentes, el fetichismo por los pies (podofilia) emerge generalmente en conjunto con epidemias de enfermedades de transmisión sexual, lo cual apoyaría la teoría sustitutoria de Freud, de quien nunca sabremos qué sustituía con su inseparable pipa.

La relación puramente psicológica podría ocurrir porque cuando somos bebés experimentamos el mundo al nivel del suelo, como Tom y Jerry, viendo en primer plano los pies de ambos padres (o del que no haya salido a comprar cigarrillos). La diferencia debería ser en todos los casos lo suficientemente notoria como para que hagamos una conexión entre tamaño y género. Esta deducción sería más pronunciada si la madre usa polleras, y más aún si no usa ropa interior.

Esto irremediablemente conduce al deseo de realizar el siguiente experimento: pasar un par de semanas gateando por el mundo y conocer gente nueva por los pies, sin elevar la mirada. Sin embargo, mientras que las probabilidades de encontrar gente hermosa podrían seguir intactas, las posibilidades de que se enamoren de uno deben reducirse bastante.

Ver la vida desde abajo también traería ventajas. Por ejemplo, uno aprenderá a hace pis como los perros. Y, aunque el calzado mentiría sobre las formas y tamaños de los pies, nos diría la verdad en otros aspectos. Zapatos demasiado cuidados: una persona seria y superficial; botas muy altas: alguien introvertido y desconfiado; botines: personalidad agresiva; zapatillas deportivas: extraversión y espontaneidad; tacos altos: autoconfianza y gusto por el poder; espuelas: cowboy; zapatos de cristal: complejo de inferioridad imposible de ocultar pese al resto de las apariencias.

Personalmente, creo que juzgar a una persona por su calzado no dice tanto de esa persona como de la persona que juzga de manera tan superficial.

Cuesta no pensar también en los chinos –no porque estemos mirando por debajo de las polleras– cuya tradición milenaria de vendar los pies de las mujeres fue abolida recién a mediados del siglo XX. Todavía en el XIX, la mitad de las chinas aún sufría esta tortura.

Por supuesto que, además de ser considerado estéticamente correcto, los chinos tenían razones sociales y culturales. Se evitaba así que las mujeres tuvieran que hacer trabajos físicos y casi se les aseguraba un marido adinerado que las mantuviera. Por otro lado, apenas podían caminar, ya que los dedos prácticamente desaparecían por completo. Los hombres, por su parte, buscaban mujeres vendadas justamente para aparentar riqueza en un círculo vicioso que duró diez siglos.

Volviendo al tema de la verdadera belleza: los rasgos más comúnmente considerados bellos son siempre signos biológicos de buena salud, fertilidad e inteligencia. Como dije al principio, son las portadoras de los rasgos y no éstos lo que nos gusta (así uno se enamora de toda la persona y no sólo de sus pies, inteligencia o habilidades culinarias).

De modo similar puede especularse que no son los senos grandes lo que atraen a un hombre, sino las mujeres cuya química corporal estimula el crecimiento de dichos accesorios. Esto revelaría la inutilidad de los implantes estéticos como fin para ganar belleza: Querida lectora, ellos sabrán si tus tetas son falsas tan sólo mirándote la cara.