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Los 11 sentidos (I): vista, oído, gusto, olfato y tacto

Los símbolos de lo que hay a nuestro alrededor.
Si alguna vez te miraste al espejo, habrás observado los avanzados instrumentos de navegación que te guían por la realidad. Pero los sentidos no representan el mundo de manera precisa. Como los pequeños puntos que brillan en el radar de un avión, las imágenes que vemos son sólo símbolos de los objetos que hay a nuestro alrededor, metáforas cuyo verdadero significado es un misterio impermeable...

sentidosLos sentidos son sensores que ayudan al cerebro a generar mapas conceptuales de lo que ocurre a su alrededor. El proceso por el cual transforma el mundo en representación (la percepción) es una historia tan fantástica que si se filmara ganaría un Oscar.

Cada vez que la ciencia inventa un instrumento, descubre una parte del mundo que nadie conocía. Y quizá nunca llegue a develar todo el misterio de la realidad, la verdadera forma de esos puntos luminosos en nuestros radares mentales, pero siempre nos está dando un golpe a la razón que desplaza un poco más nuestra conciencia del centro del universo.

Podemos entender con poco esfuerzo que el mapa de una ciudad no es la ciudad misma -y que se le parece muy poco-. Podemos imaginar, al ver un mapa, muchas características del lugar verdadero, pero no obtenemos conocimiento directo de él. Y algo idéntico pasa con los sentidos: crean mapas, y nosotros imaginamos lo que representan, lo dibujamos en un lienzo virtual y lo llamamos "sentido".

Empecemos a ver qué tanto entendemos de los 5 sentidos clásicos...


Vista

Vista
Es comprensible que nadie se ponga a pensar en lo maravilloso de este sentido: la vista es la capacidad de detectar ondas de energía electromagnética...

Cuando una piedra cae en el agua, crea una serie de ondas sobre la superficie. Midiendo estas ondas podríamos calcular el tamaño, peso, forma, dirección y velocidad de la piedra, aún sin haberla visto caer. A sí mismo, si caen dos piedras, podemos ver la interferencia de sus respectivas ondas y calcular la distancia entre ellas, sus puntos de origen y otros aspectos.

Lo mismo hace la vista con las ondas luminosas que rebotan sobre los objetos: nunca percibimos el objeto mismo, sino los patrones que la luz crea a su alrededor cuando rebota.

El ojo es un instrumento que trabaja de forma indirecta; no requiere estar en contacto con los objetos, aunque de algún modo los toca: se queda a un lado midiendo las olas que producen. Ahí entra en juego la herramienta más fabulosa del Hombre: según los patrones de las ondas, el cerebro crea un mapa del objeto que las produce... crea una imagen del objeto que se actualiza constantemente. Este fenómeno no es otro que el de la imaginación; todo lo que vemos es imaginado.

Un ojo humano es como un prisma biológico que descompone la luz; tiene tres tipos de células para captar tres tipos de olas luminosas: cortas, medianas y largas (azul, verde y rojo), aunque otros animales poseen células especializadas en colores ultravioletas (ondas muy cortas) o infrarrojos (muy largas); capta y comprime las ondas como si fuera un embudo, pero todavía no hay imagen, sino un simple grupo de células excitadas por una onda que vino rebotando desde alguna estrella.

Hasta ahí, la vista podría terminar en cualquier cosa. Por ejemplo, al ver una pintura, la mente podría interpretar que un hay un conjunto de moléculas que absorben ciertas ondas electromagnéticas y rechazan otras, no colores. Pero el fenómeno sigue y adquiere sentido sólo al ser procesado por el cerebro. Es decir: el "sentido" de algo no existe fuera del cerebro.

Pero también esto es un detalle sin importancia frente a otra gran verdad: lo que vemos a cada instante es un conjunto de imágenes mentales, símbolos que el cerebro elabora con los datos luminosos que recaudan los ojos. Es decir, no vemos las cosas "como son", sino como las imaginamos. En otras palabras, las imágenes son únicamente representaciones mentales.

Una prueba de esto es el caso de un hombre que sufrió derrames cerebrales en su corteza visual. Quedó completamente ciego y, sin embargo, es capaz de reconocer rostros y esquivar obstáculos. ¿Cómo es posible? Simple: sus ojos no sufrieron daño y siguen recopilando información, sólo que su cerebro es incapaz de crear imágenes con esos datos. Pero la parte de su cerebro que identifica emociones, por ejemplo, aún puede interpretar una cara de alegría o de tristeza, y esa interpretación va a parar a su conciencia, aún sin una sola imagen en su cabeza.

En nuestras vidas diarias también adquirimos información subliminal como este ciego. Nuestra corteza visual no puede procesar todo lo que los ojos fotografían, y muchos datos van a parar al subconsciente y se convierten en materia prima para los sueños; el fenómeno de la vista sigue activo aún cuando dormimos, rumiando fotografías que no pudieron ser reveladas.

El fenómeno visual completo se aprende -no es innato-, y ese aprendizaje dura desde el nacimiento hasta la edad adulta, e incluso hay ciertas cosas que nunca aprendemos a ver: las ilusiones ópticas. No tenemos garantía alguna de que la imagen de un caballo se parezca a un caballo más que la palabra "caballo"; ambas son artificios que representan cosas de la realidad (de hecho, la palabra "imagen" viene del latín imago, que significa "imitación", "representación".

Ya hay una representación cuando el cerebro arregla la imagen invertida que entra por los ojos, y es como si la luz pasara por dos lentes, una mecánica, otra virtual. Si la mente puede reparar esta pequeña contradicción del ojo, probablemente pueda hacer mucho más.

Rara vez estamos conscientes de que las imágenes son proyecciones bidimensionales de un mundo tridimensional, como sombras en una pared (u ondas sobre la superficie del agua). La cantidad de información que se pierde en esa transformación dimensional es monstruosa: imagina poder percibir cada objeto de una habitación desde todos los ángulos al mismo tiempo, incluso desde el interior del objeto: así sería una visión verdaderamente tridimensional, fiel a las verdaderas formas del mundo. De todas maneras, nuestra simplificación es útil porque nos da la perspectiva, y ésta nos dice dónde estamos con respecto a lo que vemos, lo cual es especialmente útil para las personas despistadas.

La velocidad con la que vemos tampoco es un hecho consciente, y sin embargo es muy importante: nuestra vista actualiza las imágenes del mundo cada 0,14 segundos -mientras que algunos insectos ven cientos de veces más rápido- y esto es una gran limitación ya que la realidad no tiene unidad mínima de tiempo y pasan infinitas cosas por segundo que nuestra visión no logra captar. De hecho, la pantalla en la que estás leyendo se apaga unas 50 o 60 veces por segundo, y eso es muy real. Pero imaginamos una continuidad entre cada imagen a la que llamamos "movimiento".

Pararse a medio metro de un espejo y mirarse el ojo izquierdo, luego el derecho, luego el izquierdo, etcétera, parece una experiencia normal... excepto por un detalle: no se puede ver el movimiento de los ojos, porque el cerebro lo suprime (probablemente por alguna buena razón que desconozco).

Ver e imaginar son esencialmente el mismo proceso, salvo que el primero está basado en estímulos presentes. En ambos casos, las imágenes son sueños basados en la realidad, películas proyectadas en una pantalla mental que cada uno interpreta como puede. En cualquier caso, la experiencia es más real cuando se imagina frente a lo imaginado.


Oído

Oído
Trayendo de la memoria la imagen de las ondas en el agua, podemos fácilmente transformar el agua en el parche de un tambor: cada golpe produce ondas sobre su superficie, pero también las transmite al aire. El oído aprovecha eso, actuando como un radar que detecta vibraciones materiales extremadamente sutiles a distancia.

El oído físico está compuesto por 15.000 células microscópicas sensibles a las vibraciones del aire, pero eso no es suficiente para conformar un sentido. Entra en juego la mente, que interpreta lo que esas vibraciones quieren decir.

Sé en este instante que una moto pasa por la calle gracias a que su motor vibra; el sentido del oído me conecta con un fenómeno remoto y me permite ubicarlo espacialmente en un mapa mental, gracias a la imaginación. El efecto Doppler también me ayuda a interpretar si la moto se acerca o se aleja de mí, y la audición estéreo me hace saber en qué dirección va. He construido en mi cabeza una representación tan elaborada que es como si... El oído y la vista no son tan diferentes.

Del mismo modo en que la vista capta el rebote de la luz, el oído aprovecha el sutil eco que el aire transmite de cada movimiento: el oído es, en realidad, un instrumento para captar movimiento a distancia, y la mente le da forma a esos movimientos, crea imágenes, imagina.

Pero lo más complejo y asombroso de este sentido es su participación en el lenguaje, una de las herramientas más avanzadas de la naturaleza que nos permite apropiarnos de las imágenes mentales de otro individuo mediante la vibración del aire que éste moldea a voluntad. Nuestro cerebro está tan especializado en esta tarea que hasta es capaz de reconocer el tamaño de la persona que habla, su edad, sexo, estado de ánimo, intención... Es algo asombroso.

No voy a profundizar en este aspecto porque temo encontrarme solo en un abismo sin retorno: hablar sobre lo que no se puede hablar, aquello que está detrás del habla, el inaccesible escritor que escribe. Basta decir que no me convence ninguna teoría literaria que haya estudiado hasta ahora.

Dado que este sentido está continuamente recibiendo señales que el cerebro procesa sin descanso, hay dos cosas que le son particularmente agradables: la música y el silencio.

El silencio es fundamental para la salud; si no lo hay, el cerebro lo fabrica. El oído, como este blog, es selectivo: cuando un sonido es muy persistente y no encierra significados importantes, deja de percibirlo (como dicen por ahí, "a palabras embarazosas, oídos anticonceptivos"). También al oído se le escapan muchos datos a cada instante. Y es bueno que así sea; sólo lo menciono para dar cuenta del importante papel de la mente en todo esto.

Pensemos en nuestra interpretación de la música... ¿qué parecido tiene "eso" con la realidad, con las vibraciones que están llegando al oído? También llegan a los oídos de mi perro, y sin embargo no lo veo haciendo headbanging... No, toda esa complejidad musical debe estar en mi cabeza, y eso, amigos sordos, es una transformación mucho más grande que la que teatraliza la vista.

La audición, por otra parte, es el sentido más sensible de todos, no sólo por lo que puede detectar, sino por lo fácil que se daña: la exposición prolongada a sonidos de más de 85 dB de intensidad causa una pérdida gradual del oído que es irreversible. Por esto (y por la civilización moderna) es que la sordera es la principal discapacidad en el mundo. Como orientación para el cuidado de este sentido, armé la siguiente tabla1:

Audibilidad
dB (intensidad)
Tiempo de tolerancia
Ejemplos aproximados
Inaudible
0
Silencio
Muy débil
10
Arroyo lejano
20
Biblioteca
Débil
30 (ppp)
Ambiente tranquilo
40
Conversación normal
Moderado
50 (pp)
Volúmen normal de TV
60 (p)
Risas
70 (mp/mf)
Aspiradora
Ruidoso
80 (f)
Piano fuerte
90 (ff)
8 horas
Cortadora de césped / Tráfico de ciudad
Muy ruidoso
100 (fff)
15 a 45 minutos
Volúmen máximo de un cantante
110
1 a 5 minutos
Orquesta sinfónica (volúmen máximo)
Doloroso
120
30 segundos
Banda de rock / Sirena de ambulancia
130
5 segundos
Motor de avión jet
Intolerable
140
Daño inmediato
Disparo de escopeta

Otro dato para tener en cuenta: a medida que crecemos, nuestra capacidad de distinguir frecuencias comienza a decaer, yendo en los mejores casos desde un máximo de 18 Khz a los 20 años de edad hasta los 8 Khz a los 70.2

Gusto

Gusto
Es un sentido estrictamente químico. Un laboratorio abierto las 24 horas que analiza y clasifica cada elemento que entra en contacto con él, de acuerdo a una serie de reacciones químicas. Nuestro cerebro asocia esas reacciones con determinados objetos.

La boca separa los elementos químicos mediante un líquido especialmente preparado (saliva) y vierte la solución en unos pequeños recipientes: las famosas papilas gustativas, de las cuales tenemos alrededor de diez mil que se van regenerando constantemente, llegando a renovarse por completo en un par de semanas.

Hay unas células especializadas en el gusto amargo, otras en el dulce y otras en el umami, pero los gustos ácido y salado son detectados por el mismo tipo de célula, porque el proceso químico para identificarlos es similar.

Así como todos los colores son combinaciones de los tres receptores que vimos más arriba (rojo, verde y azul), los incontables gustos que podemos distinguir son combinaciones de estas cinco percepciones que se originan en la lengua.

Ya vimos que la idea de que los distintos gustos se sientan en distintas partes de la lengua es un mito. Todos los gustos pueden sentirse en casi cualquier parte de la lengua, incluso en la parte superior de la garganta, en las mejillas y en el paladar, que también tienen papilas gustativas.

El gusto es el sentido más sutil, pero al unir sus fuerzas con el del olfato se engendra un nuevo sentido virtual: el sabor, que es una experiencia mucho más intensa que el gusto.

Respecto de ese sentido compartido, el sabor: cuando alguien carece de sentido del olfato, aún puede sentir lo que la lengua le dice: dulce, amargo, salado, etc., pero no puede recrear sensaciones más complejas y quizá le cueste diferenciar sustancias como chocolate y caramelo.

Las serpientes tienen también una mezcla rara de gusto y olfato: juntan moléculas aromáticas haciendo vibrar la lengua en el aire, lo cual les permite prácticamente saborear a distancia. Supongo que también la serpiente debe experimentar fuertes sensaciones mentales cuando hace esto.

El gusto es un sentido relativamente lento, y la sensación de sabor suele persistir un tiempo después de desaparecido el estímulo, de acuerdo a la intensidad del mismo. Es decir que hay un "eco" gustativo, como cuando la mente retiene las imágenes para crear movimiento. Esto demuestra otra cierta independencia de la percepción con respecto a la realidad: lo que percibimos es una representación de lo externo, no lo externo en sí mismo, y puede percibirse incluso cuando el estímulo ha dejado de existir.

Se sabe que el cerebro está constantemente anticipando lo que va a ver, y estoy seguro de que también anticipa lo que va a saborear. Eso también es una imagen, por si no queda claro. No es cuadrado ni marrón, pero es una imagen de cómo se siente el chocolate en tu organismo.

Olfato

Olfato
El olfato es otro laboratorio químico, esta vez de gases, que nos alerta sobre si un objeto es comestible o no, pero que también detecta complejos códigos de comunicación interpersonal.

Habrás oído alguna vez sobre las feromonas, que son moléculas especiales que flotan en el aire y son captadas por el olfato. Van de un animal a otro para comunicar algo, generalmente mensajes de contenido sexual. Cumplen la misma función que las hormonas internas del organismo, pero a nivel social.

Aunque aún no está clara la existencia de feromonas en seres humanos, la mayoría de los animales (incluyendo primates) y muchas plantas las poseen, y en principio no hay razón para creer que somos diferentes. De ser cierto también en humanos, se trataría de un vínculo interpersonal muy fuerte, ya que cuando uno capta las feromonas emitidas por otro, su comportamiento cambia radicalmente, exactamente como si hubiese secretado hormonas propias.

En el reino animal, la comunicación por medio de feromonas es altamente eficiente: si bien en parte es algo caótico -como lanzar panfletos con un cañón-, el mensaje puede alcanzar varios kilómetros de distancia.

En algunas especies, particularmente de insectos, las feromonas cumplen papeles absolutamente vitales: una abeja, por ejemplo, cuando advierte un intruso, envía una fuerte señal de alarma que el resto de las abejas huele; a su vez, cada abeja reproduce la señal liberando más feromonas, y así toda la colmena puede atacar al intruso en sincronía, como el agente Smith. Además de las de alarma, tienen unas feromonas que guían hacia el alimento y otras que indican la ubicación de la reina, como si tuviera un GPS... Ésta -y, contra toda predicción, me refiero a la reina- incluso ejerce gran parte de su reinado a través de mensajes aromáticos: dice cuándo es tiempo de aparearse, de producir miel o de reparar la colmena.

Algunos mamíferos también aprovechan la conexión social que ofrecen las feromonas. Por ejemplo: tienen unas para llamar a las crías a comer, otras para calmarlos, otras para "firmarlos" y diferenciarlos de los hijos ajenos, unas para marcar territorio, otras para atraer pareja o aliados del mismo sexo, para indicar la fertilidad de una hembra, etcétera. Probablemente todos los animales puedan oler este complejo lenguaje de las formas de vida.

En los humanos -aunque no está comprobado-, las feromonas serían emitidas por las axilas. Se cree que las mujeres sincronizan sus ovulaciones a través de estas señales químicas, y también es posible que el varón emita feromonas que regularicen los ciclos irregulares de una mujer (efecto Whitten). Y también, por supuesto, se sigue investigando sobre el supuesto papel afrodisíaco de estas hormonas externas.

Lo que sí se sabe es que tenemos al menos 200 tipos de diferentes receptores del olfato, aunque sus funciones aún no son conocidas. Todo esto parece demasiado complejo para estar hablando de simples olores... pero no íbamos a tener nariz sólo para oler rosas. (Por cierto, es extraño que al oler un pedo pongamos cara de culo.)

También se sospecha que cada ser humano posee una "huella de olor" única, como una huella digital; después de todo, los perros pueden rastrear esa supuesta huella con increíble eficacia. Hablando de esto, aprovecho para contar algo que varios amigos me dijeron que debía escribir en un libro: siempre pude oler cuando una persona está triste, y no es una metáfora. El olor me resulta casi insoportable cuando alguien está a punto de llorar, aún si no puedo ver el rostro ni oír la voz de la persona (no es sinestesia). Nunca supe sobre una experiencia similar, así que si alguien tiene una historia para compartir, es más que bienvenido.

Un dato interesante: la conocida fragancia masculina Musk (almizcle) es una feromona sintética a la que sólo son sensibles las mujeres cuando están en su punto de máxima fertilidad. Mientras son infértiles, el olor del dinero parece funcionar mejor.

Tacto

Tacto
Es la sensación dada por un conjunto de receptores mecánicos que reacciona ante la presión traduciéndola en impulsos eléctricos.

Las variaciones de presión, a su vez, permiten reconocer la forma y textura del objeto que las produce, con un nivel de detalle de micrómetros. Esto significa que, en término estrictos, las ideas de "forma" y "textura" que nos sugiere el tacto no son más que variaciones de presión que el cerebro hace coincidir con los patrones de luz que perciben los ojos.

El tacto nos está avisando constantemente que se ha alcanzado un límite físico. Más allá de ese límite hay cuatro millones de receptores del dolor, pero en sus cercanías puede haber un inmenso placer. Siendo los del dolor y los del placer táctil los mismos receptores, podríamos decir que el dolor es un placer demasiado intenso y que el placer es un dolor demasiado leve: es cuestión de intensidades (habría que ver qué dice un masoquista).

Ahora metafóricamente: las personas "con tacto" saben distinguir ese tipo de límites. Antes de una quemadura, hay una íntima relación con el Sol; antes de una raspadura hay una caricia; antes de la verdad hay una insinuación, y siempre lo sutil parece funcionar mejor que lo grosero, aunque perduren por igual.

La música para el oído, la pintura para la vista, la comida para el gusto, el perfume para el olfato... y el tacto tiene sus propias extravagancias, y quizá la más maravillosa sinfonía táctil es aquella que conocemos como "beso", que se compone y ejecuta a dúo y que es verdadera música para la piel. Cada besante tiene una forma de besar, una firma táctil con su propio ritmo, melodía, intensidad y leitmotiv, y entre ambos crean una pieza única. Incluso existe una ciencia dedicada al estudio de este fenómeno: la Filematología, que ha revelado otros interesantes beneficios del beso. Haría falta un arte del beso, o quizá un sutil deporte...

Una variante del tacto es la que tienen varios animales. Pongamos por ejemplo a la rata, que con sus bigotes van palpando y creando precisas imágenes mentales del entorno, como un ciego lo haría si en lugar de dedos tuviera bastones. Las antenas de los insectos cumplen una función similar, además de poder oír, oler, degustar y hasta medir la temperatura y la humedad (como las abuelas reumáticas), todo en una minúscula superficie. En nuestro caso, el órgano destinado al tacto -la piel- pesa unos 3 kg.

Finalmente, por si aún hay dudas, quiero decir que la sensación que queda al aplaudir con los ojos cerrados y los oídos tapados es una imagen táctil (pero una imagen al fin).

Nótese que todos estos sentidos se basan en medios de percepción exclusivamente físicos. No tenemos un órgano para percibir el pensamiento ajeno, por ejemplo, o para ver el futuro. Pero todo lo físico tiene su contraparte metafísica: ninguno de estos sentidos funciona sin una mente.

En un sueño podemos percibir casi del mismo modo que en la vigilia: podemos ver, oír, oler, saborear, etcétera. ¿Cómo es posible que sintamos todas esas cosas sin verdaderos estímulos? Y lo más importante: ¿qué tanto podemos confiar en las mismas sensaciones mientras estamos despiertos, si el sueño comprueba que pueden salir de la nada, que podemos oler una manzana sin que haya en realidad una manzana?

No soy el primero que se pregunta por la diferencia entre el sueño y la vigilia, ni probablemente sea el primero en no encontrar diferencias importantes, más allá del sentido de causa y efecto que detectamos despiertos. Pero este, como es de esperarse, es un tema para otro día...

Primero veamos los 6 sentidos restantes.